domingo, 2 de febrero de 2014

ESCUCHO EL AGUA CAER

Escucho el agua caer despeñada y sin mesura,
Desbordando los canales superando borneaduras,
El agua ya no es mi agua es agua de la amargura 
La que salpicó su cama la última de su andadura.

Esta semana hemos estado de duelo cayó un amigo joven, noble  y honesto, la agenda de su vida tenia las hojas mal numeradas  y de un solo tajo le han hurtado años y muchos capítulos por escribir. Nos daba pena su joven viuda, destrozada por lo imprevisto y robada en su interior manteniendo una lucha contra la incredulidad y pidiendo sin conseguirlo que el árbitro del tiempo girara hacia atrás  las agujas de la eternidad, nada de esto era posible y cuando el rosario  de sus jóvenes amigos llegaron para arroparla me dio la sensación de estar contemplando una escena impropia para mí que me retrotrajo a un presente en el  que no solo le habían quitado el futuro al amigo muerto si no a todo su cortejo.

Gente joven en lo mejor de su vida que se repetía enhebrando sinsabores y negros planes de futuro, gente trabajadora a los que las mil burbujas con que está adoquinada nuestra sociedad ponía a prueba cada día y que por salvarlas se dejaban  jirones de piel en cada envite, tenía delante de mí la vida misma en un escenario tan real que solo el conjuro del nombre de nuestro amigo muerto la hacía más cruel y menos esperanzadora.

Mi condición de jubilado distorsionaba en aquella sala donde la situación general hablaba de niños en edad escolar donde  mantener el puesto de trabajo a precio tasado era una aspiración y más de uno mantenía en los pliegues de su piel el cartel de disponible.

En la calle el agua seguía cayendo, el mismo agua nos ennovia a todos por igual cabalgando amenazante en la nube gris del futuro  de la que es imposible resguardarse, mientras en la pantalla de un televisor cercano se anuncia el inicio de los carnavales en la capital del Pisuerga ofreciendo primeros planos de las chirigotas que gritan solfas con retranca   vistiendo ropajes de tramoya que ni siquiera ellos se creen pero a los que todos  los presentes jalean haciendo coros.


NI EL DIFUNTO VE TUS FLORES NI LA VIUDA TUS DOLORES


1 comentario:

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona