Escucho el agua caer despeñada y sin mesura,
Desbordando los canales superando borneaduras,
El agua ya no es mi agua es agua de la amargura
La que salpicó su cama la última de su andadura.
Esta semana hemos estado de duelo cayó un amigo joven,
noble y honesto, la agenda de su vida tenia
las hojas mal numeradas y de un solo
tajo le han hurtado años y muchos capítulos por escribir. Nos daba pena su joven
viuda, destrozada por lo imprevisto y robada en su interior manteniendo una
lucha contra la incredulidad y pidiendo sin conseguirlo que el árbitro del
tiempo girara hacia atrás las agujas de
la eternidad, nada de esto era posible y cuando el rosario de sus jóvenes amigos llegaron para arroparla me
dio la sensación de estar contemplando una escena impropia para mí que me
retrotrajo a un presente en el que no
solo le habían quitado el futuro al amigo muerto si no a todo su cortejo.
Gente joven en lo mejor de su vida que se repetía enhebrando
sinsabores y negros planes de futuro, gente trabajadora a los que las mil
burbujas con que está adoquinada nuestra sociedad ponía a prueba cada día y que
por salvarlas se dejaban jirones de piel
en cada envite, tenía delante de mí la vida misma en un escenario tan real que
solo el conjuro del nombre de nuestro amigo muerto la hacía más cruel y menos
esperanzadora.
Mi condición de jubilado distorsionaba en aquella sala donde
la situación general hablaba de niños en edad escolar donde mantener el puesto de trabajo a precio tasado
era una aspiración y más de uno mantenía en los pliegues de su piel el cartel
de disponible.
En la calle el agua seguía cayendo, el mismo agua nos ennovia
a todos por igual cabalgando amenazante en la nube gris del futuro de la que es imposible resguardarse, mientras
en la pantalla de un televisor cercano se anuncia el inicio de los carnavales en
la capital del Pisuerga ofreciendo primeros planos de las chirigotas que gritan
solfas con retranca vistiendo ropajes de tramoya que ni siquiera
ellos se creen pero a los que todos los
presentes jalean haciendo coros.
NI EL DIFUNTO VE TUS
FLORES NI LA VIUDA TUS DOLORES
Muy bonito Joaquín...Un abrazo
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