Fría la mañana muy fría en aquella estepa, el hielo caído
por la noche había vestido de blanco los raíles del tren mientras a lo lejos
los penachos de humo negro y espeso llevaban en sus entrañas la sangre joven
del pueblo en busca de un dorado prometido pero tan lejano que aduras penas
podía caber en el mapa mental cuyas lindes estaban en el límite de un
latifundio rural de los años sesenta.
La soledad de la llegada no hizo más que aumentar la
angustia de un viaje eterno en el tiempo e infinito en su recorrido, vagones de madera hicieron de cama y despensa
en las mas de veinticuatro horas de viaje y tan escasas eran las comodidades
que mal hubiera valido para el transporte de animales. La noche los esperó
agazapada entre una hilera de barracones faltos de luz y un suelo parcheado y pedregoso tan
encharcado que muy pronto dejó huella en aquellos pies fríos ya por la
temperatura y ahora hinchados por la falta de ejercicio, el desconocimiento del
idioma aumentó la desazón mientras una
intérprete las distribuía de forma mecánica y rutinaria entre literas de hierro
y mamparas divisorias, las duchas compartidas y un comedor también común
componían toda la infraestructura de una estancia que se anunciaba en las
ofertas de trabajo como muy agradables y de ambiente hogareño.
A la mañana siguiente, presentación de documentos y nuevo
chequeo médico, una bata blanca indicaba que estaban admitidas y todas en fila
fueron designadas a una veterana que delante de una cadena de montaje les explicaría el cometido de su trabajo.
A partir de ese
momento un mundo de cábalas se apoderó de aquellas jovencitas, ahorrar y mandar
dinero a casa era la prioridad; calcular el tiempo necesario para sacar de
apuros a la familia fue la otra constante mientras las pocas horas libres se
circunscribían al centro social creado
para emigrantes y el conseguir el calor humano de los paisanos para hacer llevadera
y más leve la inevitable nostalgia.
El primer pensamiento fue ahorrar y volver a casa pero el
grupito que tenemos delante está ya jubilado y sigue viviendo en Alemania, allí
están sus hijos y nietos y aquí suelen venir de vacaciones aunque cada vez
menos porque la gente de su generación está desapareciendo, no se sienten
alemanes pero tampoco encajarían ya entre sus paisanos por que la distancia los
hizo distintos y una especie de limbo sentimental aparece en su semblante
cuando hablamos de lugares y costumbres que por sernos comunes facilitan la
conversación.
Charlamos mientras les enseñamos las instalaciones de
nuestro centro social hablamos de asociaciones y asociacionismo y sobre todo
del esfuerzo añadido al que tuvieron que hacer las mujeres en un mundo dirigido
por hombres en una tierra extraña y machista, de todo ello han elaborado un magnifico estudio que queda
plasmado en un volumen que hoy llega a mis manos y que desde este blog
agradezco con mucho cariño. Su lectura nos hace comprender la dureza sufrida
por una generación ahora olvidada y que sacó a España adelante a través de las
divisas que enviaba a su familia, pero también a través de estos amigos podemos
darnos cuenta que la España del desarrollo se encuentra en el mismo punto donde
comenzó.
ESPAÑA PARA NACER,
ALEMANIA PARA HACER Y NINGUNA PARA SER
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