sábado, 24 de mayo de 2014

LA NIÑA DEL CHARAIZ

D. Pedro el maestro les tiene dicho a sus padres  que servia para estudiar  pero en su casa  todos los brazos son pocos y solo faltaba que ella se convirtiera en una señoritinga de esas de ciudad que vienen tan blanquitas en verano, y no saben ni montar en burro ni nada.

Una rana salta cerca y al salpicarla la hace volver a la realidad, la cantara estaba totalmente saciada y ya hace tiempo que debería haberla cambiado por el barril ¡Qué pena!, con lo bien que se lo estaba pasando imaginándose cosas; apretó bien la corcha de la cántara y dispuso el barril con mas cuidado, para que coincidiera con el chorro del caño

Es el último viaje por aquella tarde, y se siente cansada y dolorida porque a pesar de la rodela los roces de los cacharros  en los cuadriles la tienen marcada, una  vez descargada su preciada mercancía se restregó la cadera para aliviar el escozor  y lanzando un profundo suspiro; se acomodó en el escaño calculando el tiempo que tardarían en consumir aquel agua que tantos sacrificios y esfuerzos le costaba acarrear.

Se quedó mirando fijamente, la lumbre que crepitaba haciendo hervir el caldero que colgaba de las llares, y con ayuda de las tenazas removió las brasas avivando   la lumbre de los leños que procuró acomodar entre las trébedes, el manoseado fuelle terminó por hacer su trabajo al tiempo que la voz de su madre surgía desde la despensa a través del ventanuco de la fresquera recordándole que tenía que repasar la lección que le había puesto Don Pedro advirtiéndole que últimamente la veía muy  haragana  que mas parecía pensar en las musarañas que hacerse una mujer de provecho, y que de seguir así la mandarían a servir a la capital como las demás chicas de su edad.

La niña buscó el candil de aceite y lo llevó hasta la artesa, donde se acomodó lo mejor que pudo para no perder el calor  de la  chimenea y al mismo tiempo estudiar sin aquel olor que desprendía el carburo y que la tenia semi mareada. Un manoseado libro que había sido de sus primos mayores, le servía para dar la lección con Don Pedro un hombre demasiado exigente y que no dudaba en emplear la regla cuando hacia falta; pues según repetía: La letra con sangre entra.

Al poco tiempo; sintió el chirriar de la puerta del corral, su padre que venia del campo y metía a los animales en la cuadra, casi podía contar sus pasos pues eran tantos los días en que escuchaba los mismos ruidos, que podía incluso saber si los bueyes estaban más cansados de lo normal o si había abrevado más de la cuenta,  su padre con el lenguaje especial que tenia para el ganado desuncía los bueyes del carro al tiempo que estos ya sin arreos ni coyuntas que los ataran al yugo movían  a derecha e izquierda sus poderosos cuellos haciendo sonar los enormes esquilones que los hacían distintos.

Poco después su padre apareció por la cocina; con el cansancio reflejado en el rostro, se desprendió de la alforja que traía al hombro y  reparando en la Emilia, se acercó asta la artesa que le servia de improvisada mesa y cogiendo su cara con ambas manos le estampó dos sonoros besos.

Sus manos rasposas y sus labios partidos por la continua exposición al viento y al Sol no dejaron  de ser suaves al acariciar la carita de su hija y con alguna torpeza trató de ver que se traía entre manos con aquel libro, sin intentar siquiera leer párrafo alguno, si bien como el decía: le gustaba ver los santos.

Hacia días que no veía a Emilia, hoy la he visto camino del mercado su tez blanca deja bien a las claras que no pasa por un buen momento, no se queja de nada solo pide seguir viviendo para ayudar a sus hijos ahora en paro y cuidar a su padre que ya muy mayor  lo trajo con ella a Barcelona.

HABLAR EN FUTURO A CIUDADANOS QUE VIVEN EN PRESENTE SE LLAMA POLITICA

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona