No nos podemos quejar, el pueblo llano una vez más se ha
echado sobre sus espaldas la obligación moral de paliar el hambre y la miseria
y en silencio sin ruido ni lamentaciones se ha constituido en hormiguero urbano
aportando su grano de trigo al granero de la solidaridad. Gestos como los del
niño que quiere incluir un cuento infantil entre sus donaciones, la señora que
deja un carro lleno con la moneda de liberación del carro sin extraer y hay que
explicarle que no podemos admitir ninguna cantidad en metálico mientras
buscamos a un usuario para que le recompense la moneda no extraída, el ama de
casa que con su bandeja canelones recién hechos no acierta a comprender que por
ser producto perecedero es imposible admitírselo o el animoso vecino que quiere
solidarizarse con los voluntarios invitando a café o carajillo para combatir el
frio, todo esto y más puede vivir cualquier voluntario presente en la
receptación de alimentos, pero hay lagrimas traiciones que se escapan cuando
una anciana con gesto resignado aporta su paquete de sopa mientras en su cesta solo queda una cajita de
galletas o el trabajador con la ropa de faena que ha venido expresamente para
hacer su donación por que ahora tiene trabajo y recuerda con nosotros que en su
momento fue ayudado por el banco de alimentos, estos y muchos más son los
ejemplos que puede vivir cualquier voluntario el día de su prestación.
Pero no todas las sensaciones están en el exterior, desde mi peto
verde también he sentido orgullo; orgullo
por sentirme útil pero mucho más orgullo cuando al inicio de la jornada te
ves rodeado de chavales jovencísimos dispuestos a emplear muchas horas y demostrando
una seriedad y una educación difícilmente reseñable, son esos chavales que no
salen en los periódicos por que no pertenecen al escándalo del botellón, son
esos chavales que no hacen ruido con motos estridentes ni flipan a golpe de
yerba ni alardean de grandes proezas, son esa juventud anónima que está pero
que no se nota ni se hacen notar, para
estos chavales cuando el éxito de las donaciones se mide en toneladas quiero
añadir mi tonelada de admiración y respeto para ellos y para sus padres y
educadores con el deseo añadido de este abuelo que quisiera poder reencontrarse
con ellos en otros objetivos solidarios. Un abrazo.
CUANDO EL HAMBRE APRIETA MIRA QUIEN TIENES DETRÁS DE LA
PUERTA
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