miércoles, 10 de diciembre de 2014

CUARENTA TONELADAS

No nos podemos quejar, el pueblo llano una vez más se ha echado sobre sus espaldas la obligación moral de paliar el hambre y la miseria y en silencio sin ruido ni lamentaciones se ha constituido en hormiguero urbano aportando su grano de trigo al granero de la solidaridad. Gestos como los del niño que quiere incluir un cuento infantil entre sus donaciones, la señora que deja un carro lleno con la moneda de liberación del carro sin extraer y hay que explicarle que no podemos admitir ninguna cantidad en metálico mientras buscamos a un usuario para que le recompense la moneda no extraída, el ama de casa que con su bandeja canelones recién hechos no acierta a comprender que por ser producto perecedero es imposible admitírselo o el animoso vecino que quiere solidarizarse con los voluntarios invitando a café o carajillo para combatir el frio, todo esto y más puede vivir cualquier voluntario presente en la receptación de alimentos, pero hay lagrimas traiciones que se escapan cuando una anciana con gesto resignado aporta su paquete de sopa  mientras en su cesta solo queda una cajita de galletas o el trabajador con la ropa de faena que ha venido expresamente para hacer su donación por que ahora tiene trabajo y recuerda con nosotros que en su momento fue ayudado por el banco de alimentos, estos y muchos más son los ejemplos que puede vivir cualquier voluntario el día de su prestación.

Pero no todas las sensaciones están en el exterior, desde mi peto verde también he sentido orgullo; orgullo  por sentirme útil pero mucho más orgullo cuando al inicio de la jornada te ves rodeado de chavales jovencísimos dispuestos a emplear muchas horas y demostrando una seriedad y una educación difícilmente reseñable, son esos chavales que no salen en los periódicos por que no pertenecen al escándalo del botellón, son esos chavales que no hacen ruido con motos estridentes ni flipan a golpe de yerba ni alardean de grandes proezas, son esa juventud anónima que está pero que no se nota ni se hacen notar,  para estos chavales cuando el éxito de las donaciones se mide en toneladas quiero añadir mi tonelada de admiración y respeto para ellos y para sus padres y educadores con el deseo añadido de este abuelo que quisiera poder reencontrarse con ellos en otros objetivos solidarios. Un abrazo.

CUANDO EL HAMBRE APRIETA MIRA QUIEN TIENES DETRÁS DE LA PUERTA

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tiene a su disposición este espacio para sus comentarios y opiniones. Sea respetuoso con los demás

Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona