miércoles, 20 de mayo de 2015

EL EDOR DE LA OTRA ORILLA

Las heridas deben ser curadas saneando el mal que las origina, la mendicidad no se erradica si antes no se proporcionan los medios para salir de ella, la prostitución no se corrige si antes no se impide la necesidad y la coacción a que son sometidas, el tráfico de emigrantes no se aborta si antes no se les protege en sus lugares de origen, se les garantiza  la seguridad y sobre todo se impide la expropiación de sus fincas y la desaparición de sus medios de vida a los que tienen que renunciar por la fuerza  del miedo o la destrucción sistemática de sus cosechas y sobre todo impedir la colonización de sus tierras.

La comunidad europea  quiere impedir la llegada de estos hijos del hambre y del miedo a nuestras fronteras  para ello van a invertir y gastar en armamento el dinero que sea necesario lo que significará haber creado bolsas ingentes de seres humanos  que quedarán en manos de unos desalmados que no dudarán en masacrarlos en el momento en que mantenerlos con vida les sea excesivamente molesto. ¿Que haremos entonces? ¿Fumigaremos sus “campos de concentración” para evitar epidemias? ¿Inauguraremos monolitos en su memoria? ¿Mandaremos soldados de la ONU para confirmar el holocausto?  ¿Nos rasgaremos las vestiduras diciendo que esto podía haberse evitado?

Pero cuando la información nos dice que las grandes multinacionales instaladas en Nigeria destinarán a la elaboración de bioetanol sus grandes cosechas de yuca o que la mayor reserva natural de Uganda quieren convertirla en una gran plantación de caña de azúcar y que Tanzania, Zambia y Benín seguirán el mismo camino que Nigeria y que de todo ello el país de origen no recibe prácticamente ningún beneficio o que para conseguir estas enormes extensiones de terreno a habido que desalojar a sus pobladores o deforestar sus bosques algo tiene que olernos mal, cuando la vulnerabilidad de cualquiera de estos países queda a merced de  la especulación y de los fondos de inversión algo nos huele mas a podrido y cuando directa o indirectamente los que deciden mandar cañones para acabar con el hambre son los mismos que sustentan a estos grupos de inversión tendremos que preguntarnos en manos de quien estamos y a manos de quien moriremos.


Cuando la importación de muertos no sea suficiente seremos nosotros los exportados.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona