Las imágenes de los refugiados nos pellizcan el estomago; el
hervidero humano con que nos sorprenden los medios de comunicación rompen la
corteza de la impasibilidad, las vallas metálicas y las concertinas hacen
llagas en nuestra sensibilidad, familias
enteras abandonadas en los andenes de las estaciones en medio de un caos
inasumible llegan cada día a nuestros hogares mientras nos hablan de
destrucción, desarraigo y mucho dolor, la comunidad europea mal que bien se
identifica con los recién llegados adoptando leyes y ampliando presupuestos, Alemania
aparece como el destino ideal para muchos de estos refugiados y la hasta ahora impasible
Merkel acceder y concede asilo a un cupo importante de estos desplazados,
Inglaterra y Francia hacen otro tanto y España como cola de león se dice y se
contradice cuando su gobierno es sobrepasado por algunos ayuntamientos y
organismos oficiales adelantando su disposición para hacerse cargo de un número
limitado de refugiados..
Hasta aquí todo perfecto si no fuera porque hay exiliados de
primera, de segunda y exiliados de
tercera, hasta aquí llegaron los más pudientes y los mejor preparados, gente en
su mayoría joven y cualificada, un potencial humano fácilmente adaptable a los
sistemas de producción alemanes y
europeos con facilidad y necesidad de un arraigo que los aleje de una guerra fratricida con medios suficientes para no ser una carga para la
nación que los acoge. Pero nadie se acuerda de los otros exiliados aquellos cuya
falta de recursos les ha impedido salir de su país o todo lo más cruzaron
andando una frontera para quedar al otro lado de las alambradas sin más
protección que las estrellas esperando ayuda y suplicando protección, unos y
otros son hermanos de la misma guerra la
que causa victimas a golpe de misiles y armamento de última generación cuyos
proyectiles en muchos casos llevan el marchamo de los países que ahora
“magnánimamente” les conceden asilo y protección.
Pero están los otros refugiados aquellos que reciben el
nombre de emigrantes clandestinos e indocumentados, los que tratan de subir a
un tren que los lleve a la Europa del progreso pero que no tienen dinero,
aquellos que escapan de la muerte por hambre, que no mueren desangrados por la explosión de
un mortero o la descarga de un fusil de asalto, su muerte es silenciosa y anónima
sus derechos de asilo terminan donde comienza su libertad y son devueltos sin
contemplaciones al otro lado de la valla que sortearon dejando media vida en el
intento. El mundo llamado civilizado utiliza dos varas de medir también en la
desgracia.
EUROPA TIENE PUERTAS
GIRATORIAS
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