Aunque quieran visitarlo ya no podrán conocer el pueblo en el que yo pasé mis mejores veranos, era un
pueblo de manos encallecidas, de siega y
trilla, acarreo de haces y canciones de muelo, devenir de burros y vacas
moruchas, de rebaño de cabras y yuntas de bueyes, de huertos con pozo y surcos preñados, gorrino en pocilga y gallinas “pal” gasto y un
vinillo siempre turbio cachazudamente prensado por los mismos pies que luego salían
al campo calzados de abarcas y envueltos
en vendos, nada de esto está igual en este pueblo de Salamanca llamado Santiz
situado en el límite con la Zamora Sayaguesa, nada de esto está igual ni tan
poco seria lógico para bien de su gente.
Remozaron y retornaron
en lo posible la iglesia a sus orígenes deshaciendo y rectificando lo hecho con
más ilusión que acierto en los tiempos en
que D. Idelfonso ejerció de párroco en el pueblo, sigue estando en el altar la
misma imagen de San José casi a tamaño natural que mi abuela cuidó en casa
mientras duraban las obras; pero no habrán podido reponer el carcomido artesonado
del altar mayor desmontado a golpe de piqueta y cargado en camiones camino de Francia,
tampoco estarán ya los reclinatorios guateados y rematados con las iniciales de
sus dueñas a punta de tachuela, ni Juanito Portela refunfuñará recomponiendo el
estaribel del altar mayor hasta hacer un hueco para que el sagrario redondo
comprado en Salamanca en los almacenes del Siglo XX pueda encajar sin fisuras,
tampoco pasarán los carros rebosantes de mies rozando el cumbre de casa a pesar
de las protestas de la tía Juana “La
Chiripa” ni Miguel el vecino llegará tanteando las esquinas agarrado a la cola
del burro porque la vista traicionera se
le iba al caer la tarde, nada de esto será posible como tampoco la antigua
fiesta de San Miguel con festejos y toros en la plaza montada con los carros de
labor, ni los mozos tendrán que recurrir
a los ajuares de la última boda para estar guapos, ni la vara de los cohetes será perseguida por la
chiquillería para exhibirla después como trofeo, ni habrá disputas en el campanario para apoderarse de
las campanas y repicar con garbo y sin descanso mientras los forasteros se
saludan a la salida de misa recordando mejores tiempos y éxitos en la capital.
No he querido volver a este pueblo de mis veranos; en su momento teñí mis imágenes con el color
sepia paralizador de recuerdos, la casa de la abuela me aseguran sigue en pie
aunque la cancela de la que el día de la fiesta nadie salía camino de la
iglesia hasta que ella daba la última vuelta de llave ya no tiene aquel olor
que envolvía su repulgado mantón de las grandes ocasiones.
Santiz fue la aventura de mis veranos donde los silbidos de
besana a besana eran el medio de comunicación entre labradores, donde al caer
la tarde el trajín en los huertos y el devenir de las mozas con el cántaro en
la cabeza y barril a la cadera marcaba el final de la jornada y la luz del candil aguardaba la llegada de la electricidad
parpadeando entre las panzudas tinajas preñadas con agua de las fontanillas; mientras
las
trébedes puestas al fuego apuntalaban la
satén donde el crepitar de los torreznos antes de ser volteados al puchero de
barro de Villoruela anunciaban que las patatas viudas o las sopas de ajo estaban
listas para la cena.
Muchos han sido los veranos pasados lejos de esta tierra,
pero el día de San Miguel siempre hay un aldabonazo que me traslada hasta la
espadaña de aquella iglesia y al igual
que el nido de la cigüeña regresan a él mis recuerdos siempre entrañables y con
ellos el homenaje a las generaciones que nos precedieron.
EN
SANTIZ LAS CHIMENEAS MANDABAN TELEGRAMAS A LA VIDA
EN
EL ALCORNOQUE DEL TESO SANTO
A tu sombra quiero yo dormir
Acunado en tus longevas raíces
Amparado por tu tronco centenario
Intentando en ti cerrar mis cicatrices.
Cansado vuelvo a ti siendo extranjero
Al lugar en que viví meses felices
Al lugar en que salió un niño nuevo
A luchar contra una vida sin artífices.
A ti entrego mi resto como el hombre
Que
cual niño tuvo siempre tu recuerdo
Intenté
alardear de tu grandeza
Presumiendo de un amigo tan longevo
Conviérteme en tu nido de cigüeña
O parte del rescoldo de algún fuego
Más siempre del Santiz que fue en ogaño
Aquel que existe solo en mi recuerdo.
J.
Henández
Muy nostálgico, pero muy tú. Sigue que aún puedes contar mucho mas,exprimiendo tú buena memoria.Un beso.
ResponderEliminar