Sería más
lógico decir que Cervantes se entierra y no me refiero al Cervantes escritor,
hoy el duelo es por esa librería emblemática que en Salamanca cierra sus
puertas después de varios lustros dando brillo y esplendor a las letras de la
capital charra.
No me hago a
la idea de pasar por Salamanca sin rendir visita a la librería que vendió
sensaciones y olores al chavalín que se pasaba un buen rato delante de sus
escaparates imaginando el contenidos de libros expuestos juzgándolos por la
ilustración de sus cubiertas y envidiaba a los estudiosos del momento cuando
salían ufanos y orgullosos con algún libro debajo del brazo, o cuando tiempo
después invertía su espartano presupuesto en libretas de muelle
infinito, gomas de borrar Milán o
lápices Alpine procurando ser el último en salir para disfrutar del olor de lo
nuevo que expandían sus estanterías, tampoco podré curiosear sentado en la
escalera entre cientos de libros antes
de devolverlos sanos y salvos a sus estantes y una vez instalado en Barcelona no
será el rincón obligado donde encontraba las últimas publicaciones de lo
escrito sobre nuestra tierra, echaré de menos este punto de referencia como
también lo fue en su día la librería Calón donde hablar de Unamuno era materia
obligada o las librerías de viejo ahora
casi desaparecidas. Salamanca pierde otro emblema, no parece fácil que alguien
coja el testigo de este estandarte y
mucho me temo que el marchamo de alguna multinacional termine cabalgando su fachada haciendo de Salamanca
un afiche de producción estandarizada impersonal y catecumenal, donde la piedra
de Villamayor sea un decorado para recreo de turistas de fin de semana o
jolgorio de estudiantes de botellón y tente en pié.
Salamanca
duele más en la distancia, la convivencia diaria con el devenir de la ciudad
hace menos doloroso (supongo) o más natural la evolución hacia el
estandarizamiento, pero cuando las visitas son mas intermitentes te das cuenta
que la Salamanca tradicional se queda en el desván de los nostálgicos, queda el
consuelo de encontrar aun rincones donde ojear un libro puede convertirse en
una tertulia o arropando un café puedes tener estanterías repletas de libros que
buscan dueño, me conformo también pensando que el libro comienza a tener una
doble vida como forma natural de ilustración y lectura, no es difícil hacerte
con buenos libros casi a coste cero si
te mueves en los canales idóneos y puedo asegurar que en Barcelona he
conseguido ejemplares interesantísimos con el sello de la librería Cervantes en
su contraportada, al leerlos la
sensación de que habían estado esperándome agranda mas el sentido de nostálgica
dependencia, Cervantes no cerrará nunca
del todo mientras tengamos en la estantería un libro con su punto de
referencia.
EL LIBRO ES LA UNICA CONSERVA QUE NO
TIENE FECHA DE CADUCIDAD
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