Nuestra
generación pasará a la historia porque se supone que nació con un piso bajo el
brazo y un coche en el otro, nadie valora los sacrificios por los que tuvo que
pasar ni el esfuerzo ni el trabajo (muchas veces a destajo) hasta aupar una
nación arruinada por la guerra civil y situarla entre las más industrializadas
de Europa.
Pero fueron las
mujeres de nuestra época las que llevaron la peor parte, para muchas casarse era la solución en un mundo
donde la firma de un hombre era
imprescindible para viajar, abrir una cuenta en un banco, comprar un
electrodoméstico o simplemente porque estaba mal visto permanecer soltera hicieron
de su situación una condena a perpetuidad, tragedias vividas entre cuatro
paredes que se aguantaron por temor a una sociedad dispuesta a levantar alfombras ajenas,
hicieron doblegar voluntades y sobre todo permanecer lejos del hombre o la
mujer deseada.
LA CARTA
Le
escribo la presente con el dolor que me llena
Porque
sé que a si quisiere quien fue mi compañera
Conmigo
tuve al ama juiciosa, hogareña, buena
Con
usted su corazón, su amor, su pena eterna
Refugio
fue mi hogar, pues eso para ella era
Sin
poderse emancipar por los hijos que me diera.
Solo
tuve yo su cuerpo aunque mucho la quisiera
Como
solo quiere un loco que tuviera prisionera
Sin
poderla conquistar, aunque ella consintiera
Siendo
dócil, decente; y reprimida en la
entrega.
Hoy
nos dejó a los dos, a mi solo con mi hacienda
Y bajo
una rosa marchita y en un cajón esta esquela
Donde
llega ella a decir que olvidarlo no pudiera.
Hoy
el viudo es usted, yo lo fui en la iglesia aquella
Donde
bajó de mi brazo con mi amor, mi prisionera
Esto
le mando a decir: más que usted yo la quisiera
Más
guardó en su corazón la rosa que hoy fue con ella
Yo
me guardé las espinas para evitar que sufriera
Las
clavé en mi corazón que aun sangrando la venera.
J. Hernández
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