No tengo ni idea de a quien se le ocurrió poner una estrella
a la bandera cautribarrada de Cataluña, pero la imitación a la bandera cubana
de Fidel Castro ha desvirtuado la esencia de lo auténticamente catalán y ya no
se concibe la bandera catalana sin su estrella ni se identifica al autentico
catalán sin su “estelada”. Todo un contra sentido cuando el seni catalán no se
asemeja ni por asomo al prócer cubano ni la aspiración de este pueblo tiene
nada que ver con el régimen de la isla azucarera.
Aquí se admitió con cierta naturalidad la deriva de la
bandera como símbolo de protesta sin más
expectativas que las de llamar la atención creando en los demás la necesidad
implicarse en la controversia, ahora ha faltado unir a esto la disputa
futbolística para remover un guiso que cocinado a fuego no hubiera llamado la
atención pero al arrimar las brasas de los que se sienten goumet del sentir
Español se ha tornado un producto de difícil digestión. Mala cosa esta cuando
la provocación es así de fácil y caer en ella la trampa ridícula e infantil de juegos y entretenimientos.
Los españoles no aprendemos ni queremos repasar nuestra
historia donde las banderas y los pendones eran los símbolos bajo los que
morían solo los pobres, donde los agitadores profesionales raramente se
encontraban sujetando el mástil en el momento de defenderla y en muchos casos
cambiaron de bandera según les viniera el viento. La bandera nunca puede ser
una provocación como tampoco entiendo que a un banderín de enganche puede jurársele amor eterno dado que solo
será la sangre del que jura la que se derrame; nunca la del que toma el
juramento que se guardará muy mucho de estar en la lista de donantes.
Patética la prohibición, sorprendente la no prohibición y
sobresaliente a los provocadores por haber conseguido eco mundial en un momento
en que electoralmente les favorece, haciéndose víctimas de la incomprensión en
un ambiente como el futbolístico donde testosterona está en niveles que
enturbian el entendimiento y relajan la comprensión.
LA BANDERA DEL POBRE ES
EL MANTEL DE SU MESA Y NADIE LE ROBE
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