miércoles, 22 de junio de 2016

HA MUERTO MI ÚLTIMO EMIGRANTE

Hace unos días recibí la noticia de la muerte de mi última tía, ella había emigrado al Canadá, donde ya habían emigrado otros dos hermanos, allí constituyo su familia y allí celebró hace poco sus ciento cuatro años rodeada de los suyos.

Desaparece con ella toda una generación y por supuesto un capítulo importante de mi propia historia. Trato de imaginar en tiempos de pre-guerra embarcando en un vapor a dos de mis tíos camino de las Américas, quiero pensar en el sacrificio de sus hermanas trabajando con muy poquitos años como sirvientas en la capital y juntar sus  míseros salarios para pagar al prestamista que financió los billetes, quiero imaginar a mi tía ahora fallecida y sexta de nueve hermanos seguir el camino  de sus mayores de la mano de un buen mozo venido de allá para casarla, quiero imaginar su salida desde un pueblo perdido de Castilla para embarcar camino de un edén desconocido teniendo como única referencia las cartas de los allí ya instalados.

Tengo que imaginar todo esto porque nadie tuvo la oportunidad de escribir el libro de nuestra historia, nadie pensó  que al transcribir las narraciones vividas en primera persona estaríamos levantando acta de toda una época, solo recuerdo que siendo niño recibíamos grandes cajas de cartón con ropa husada con remite del Canadá y las exclamaciones  de todos por lo bien que deberían vivir en aquellas tierras cuando desechaban prendas de vestir en tan buen estado, o las cartas con sellos raros y papel de colores, o las fotos y el calendario que cada año recibíamos de la pastelería que consiguieron regentar  escrito con palabras raras y fechas en rojo que nunca coincidían con las españolas y…¡cómo no!  la vista a España años después con sus tres hijos donde nos descubrieron que lejos del papel de estraza existían bolsas de platico y balones de playa que se hinchaban con la boca.

Recuerdo también a mi tía hace años y ya mayores todos; en una reunión familiar en el pueblo que la vio nacer, recordando el nombre de cada vecina y el mote  de cada casa, o cantar y contar de corrido las coplas y chascarrillos más populares de su época, dando la sensación de no haberse ido nunca del pueblo, o tal vez… nunca se fue del todo.

Con ella se apaga toda una generación, repasar la vida de cada uno de los nueve hermanos seria escribir la historia de una saga en la que la baraja de la vida dio cartas muy desiguales que cada uno aprovechó como pudo, pero partiendo siempre de un denominador común: el ingenio para salir adelante, algo que vuelve a ser presente en esta España de hoy.   

EL QUE EMIGRA DEJA EMIGRADOS A LOS DE LA OTRA ORILLA 


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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona