Hace unos
días recibí la noticia de la muerte de mi última tía, ella había emigrado al
Canadá, donde ya habían emigrado otros dos hermanos, allí constituyo su familia
y allí celebró hace poco sus ciento cuatro años rodeada de los suyos.
Desaparece con ella toda una generación y por
supuesto un capítulo importante de mi propia historia. Trato de imaginar en
tiempos de pre-guerra embarcando en un vapor a dos de mis tíos camino de las
Américas, quiero pensar en el sacrificio de sus hermanas trabajando con muy
poquitos años como sirvientas en la capital y juntar sus míseros salarios para pagar al prestamista que
financió los billetes, quiero imaginar a mi tía ahora fallecida y sexta de
nueve hermanos seguir el camino de sus mayores
de la mano de un buen mozo venido de allá para casarla, quiero imaginar su salida
desde un pueblo perdido de Castilla para embarcar camino de un edén desconocido
teniendo como única referencia las cartas de los allí ya instalados.
Tengo que
imaginar todo esto porque nadie tuvo la oportunidad de escribir el libro de
nuestra historia, nadie pensó que al transcribir
las narraciones vividas en primera persona estaríamos levantando acta de toda
una época, solo recuerdo que siendo niño recibíamos grandes cajas de cartón con
ropa husada con remite del Canadá y las exclamaciones de todos por lo bien que deberían vivir en
aquellas tierras cuando desechaban prendas de vestir en tan buen estado, o las
cartas con sellos raros y papel de colores, o las fotos y el calendario que
cada año recibíamos de la pastelería que consiguieron regentar escrito con palabras raras y fechas en rojo
que nunca coincidían con las españolas y…¡cómo no! la vista a España años después con sus tres
hijos donde nos descubrieron que lejos del papel de estraza existían bolsas de
platico y balones de playa que se hinchaban con la boca.
Recuerdo también
a mi tía hace años y ya mayores todos; en una reunión familiar en el pueblo que
la vio nacer, recordando el nombre de cada vecina y el mote de cada casa, o cantar y contar de corrido las
coplas y chascarrillos más populares de su época, dando la sensación de no haberse
ido nunca del pueblo, o tal vez… nunca se fue del todo.
Con ella se
apaga toda una generación, repasar la vida de cada uno de los nueve hermanos
seria escribir la historia de una saga en la que la baraja de la vida dio
cartas muy desiguales que cada uno aprovechó como pudo, pero partiendo siempre de
un denominador común: el ingenio para salir adelante, algo que vuelve a ser
presente en esta España de hoy.
EL QUE EMIGRA DEJA EMIGRADOS A LOS DE
LA OTRA ORILLA
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