viernes, 29 de julio de 2016

NUESTRO HOMBRE VUELVE AL CAMPO (viene del artículo anterior)

Su coche es como el borriquillo que se sabe el camino y parece intuir el recorrido, el olor a eucaliptos le dice que está llegando la proximidad de su casa acelera  las revoluciones y al abrir la cancela el chirriar de la verja les da la bienvenida como si una antigua ama de llaves les estuviera esperando sin conciliar el sueño hasta tenerlos protegidos sobre  su halda.

Pasea la vista, maldice a las ardillas que pusieron fielato en las almendras que a un verdes cuelgan de los árboles, tampoco le hace gracia que el jabalí deshonre el jardín que su mujer cuida con tanto mimo, no le supone ningún consuelo observar que el viento levantó las enaguas a las judías ni que en los caballones apunten las hierbas traicioneras. Pero nuestro hombre está en su ambiente, perdona al jabalí con resignación y a cambio promete a su mujer recomponer el desaguisado, quiere entender a las ardillas por no resistirse a un manjar que él sabe  tan exquisito, recompone  las enaguas de las judías acariciando sus matas,  habla con los tomates, platica con los pimientos, se detiene en las acelgas y da consejos a los pepinos al tiempo que vierte el agua salvadora que ahorma los surcos y multiplica los frutos. La ciudad es buena para poder comparar y saber apreciar la calma que proporciona la naturaleza y encontrar la armonía que otros buscan en sistemas terapéuticos.

Nuestro hombre sonríe recordando gimnasios llenos de sudor en habitáculos cerrados, aquí se hace gimnasia contando leña, acarreando tierra y abono para el nuevo huerto, hendiendo el azadón en el barbecho, atrochando por el monte, podando a tijera o sacando agua del pozo a golpe  de errada,  se  agudiza la vista observando el  vuelo de una rapaz y se ejercita el equilibrio al lanzar la piedra que intenta acertar en el encinacho donde se cobija  la zurita.

La uva empieza a pintar, las abejas liban sin descanso, allí una gran piedra se le ofrece como asiento, en ella cabalgaron sus hijos siendo unos renacuajos los que  ahora forman parte de esos luchadores que compiten en una sociedad  engullidora de esfuerzos e ilusiones, una vida en definitiva encallejonada en busca de  un futuro  que no les permite doblar  la esquina de la relajación. Pasado el tiempo sus nietas si quieren ver un huerto tendrán que hacerlo en un parque temático, el desarrollo de un árbol se lo enseñarán a través de google y el vuelo de una rapaz en demostraciones del zoo correspondiente. La vida según nuestro hombre camina en dirección contraria, se persigue la salud matándola con química, se derrocha agua para luego decir que escasea, se contamina la atmosfera pero nos alarmamos si sube el petróleo, importamos alimentos pero el veinte por ciento termina en la basura, deseamos una vida mejor pero morimos tratando de conseguirla, se quiere vivir más sano pero sustituimos estímulos por automatismos.

Se come una última uva, la recolección este año viene temprana, pero un cierto amargor lo envuelve cuando piensa que está muy cerca de la última vendimia, que muy pronto el cemento de la mano de la especulación engullirá este último reducto empujando y comprimiendo  a la naturaleza hasta reducirla y llamarla enfáticamente parque natural o zona verde como si de un museo se tratase.


ARBOL CONSERVADO BENEFICIA LO  PROPIO Y OXIGENA AL DE AL LADO

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona