Su coche es como el borriquillo que se sabe el camino y
parece intuir el recorrido, el olor a eucaliptos le dice que está llegando la
proximidad de su casa acelera las
revoluciones y al abrir la cancela el chirriar de la verja les da la bienvenida
como si una antigua ama de llaves les estuviera esperando sin conciliar el
sueño hasta tenerlos protegidos sobre su
halda.
Pasea la vista, maldice a las ardillas que pusieron fielato en
las almendras que a un verdes cuelgan de los árboles, tampoco le hace gracia
que el jabalí deshonre el jardín que su mujer cuida con tanto mimo, no le
supone ningún consuelo observar que el viento levantó las enaguas a las judías
ni que en los caballones apunten las hierbas traicioneras. Pero nuestro hombre
está en su ambiente, perdona al jabalí con resignación y a cambio promete a su
mujer recomponer el desaguisado, quiere entender a las ardillas por no
resistirse a un manjar que él sabe tan
exquisito, recompone las enaguas de las
judías acariciando sus matas, habla con
los tomates, platica con los pimientos, se detiene en las acelgas y da consejos
a los pepinos al tiempo que vierte el agua salvadora que ahorma los surcos y
multiplica los frutos. La ciudad es buena para poder comparar y saber apreciar la
calma que proporciona la naturaleza y encontrar la armonía que otros buscan en
sistemas terapéuticos.
Nuestro hombre sonríe recordando gimnasios llenos de sudor en
habitáculos cerrados, aquí se hace gimnasia contando leña, acarreando tierra y abono
para el nuevo huerto, hendiendo el azadón en el barbecho, atrochando por el
monte, podando a tijera o sacando agua del pozo a golpe de errada, se agudiza la vista observando el vuelo de una rapaz y se ejercita el equilibrio
al lanzar la piedra que intenta acertar en el encinacho donde se cobija la zurita.
La uva empieza a pintar, las abejas liban sin descanso, allí
una gran piedra se le ofrece como asiento, en ella cabalgaron sus hijos siendo
unos renacuajos los que ahora forman
parte de esos luchadores que compiten en una sociedad engullidora de esfuerzos e ilusiones, una
vida en definitiva encallejonada en busca de
un futuro que no les permite
doblar la esquina de la relajación. Pasado
el tiempo sus nietas si quieren ver un huerto tendrán que hacerlo en un parque
temático, el desarrollo de un árbol se lo enseñarán a través de google y el
vuelo de una rapaz en demostraciones del zoo correspondiente. La vida según nuestro
hombre camina en dirección contraria, se persigue la salud matándola con
química, se derrocha agua para luego decir que escasea, se contamina la
atmosfera pero nos alarmamos si sube el petróleo, importamos alimentos pero el
veinte por ciento termina en la basura, deseamos una vida mejor pero morimos tratando
de conseguirla, se quiere vivir más sano pero sustituimos estímulos por automatismos.
Se come una última uva, la recolección este año viene temprana,
pero un cierto amargor lo envuelve cuando piensa que está muy cerca de la
última vendimia, que muy pronto el cemento de la mano de la especulación
engullirá este último reducto empujando y comprimiendo a la naturaleza hasta reducirla y llamarla
enfáticamente parque natural o zona verde como si de un museo se tratase.
ARBOL CONSERVADO
BENEFICIA LO PROPIO Y OXIGENA AL DE AL
LADO
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