Asolanados están los melones,
ando en un sin vivir por ver de encontrar algún remedio, me acuerdo del
tío Liborio aquel que se quedó dormido en la parva y cundo despertó veía nublo
y replicado y dando cabezazos se metió en el chozo y de ahí no salió en tres
días, que ni pa almorzar quería que le molestase nadie salvo la parienta con el
lebrillo de agua y paños para la mollera que más parecía olla en humero que
calabaza en calvero. El tío Liborio decía luego que vio en sombras y que anduvo
entrizado y como torvo durante semanas sin fijar pié en sitio bueno ni enderezar entendimiento,
ni saber a ciencia cierta enhebrar ni el si ni el no ni poner rigor y
conciencia en cuanto hacia. El tío
Liborio era de por si hombre de cabeza esquinada y boina injertada y tanto
tardaron en pasársele los efectos que a boca llena se decía en el pueblo que había
quedado hendido desde aquella dormida y que la modorra nunca se le fue del magín trastabillando equilibrio y entendimiento
y fuera por mal recuerdo o cosa de alucinar paseó desde entonces por el pueblo
con una boina terciada y otra sobrepuesta hiciera sol o amenazara lluvia pues
era según él era la manera de que no le pillara desprevenido lo que del cielo
hubiera de caer. El tío Liborio tenía una peculiar cerrazón y era la de subir
la peña bajando el suelo y en eso andaba y anduvo todo el resto de su vida, con
más empeño que monja en convento o veleta en campanario, que esto parece que
fuera su casa o así la convirtiera en el cenobio en el que reunió acólitos y
menestrales que cual discípulos de Emaús
le seguían allí por donde fuera con el solo fin de escuchar los ebáis que de
puro repicar el mismo se los creyera.
El tío Liborio hubiera salido espantado a la vista de estos melones
de campo y playa a los que hubiera despachado ya por asolanados ya por faltos de
mollar enjundia, que a no dudar resultarían
insípidos para mesa principal y ni siquiera validos para rebusco y que a no
dudar los hubiera vendimiado de la mata despiezándolos contra tapia vecina dejando
sitio para que los que vinieren detrás crecieran sin corrala ni tapial.
Las sandias sin
embargo y a puro empeño parecen sonreír teniendo el caballón libre y fácil la crecedería
y pareciera quieren desplazar a estos melones calabazos, que faltos ya de fuerzas e insípidos de molla
y magro se cobijan entre el barbecho y agazapados esperan que pase el nubarrón
que los salve de garrocha de rabadán convirtiéndolos
en pastizal de piara y si todo se ha de decir quede escrito que: costaron mil
doblones las pipas de estos melones que por buenas se tenían y por vanas se
escupian. El tío Liborio decía
siempre que hablaba en política puñetera.
MELÓN ASOLANADO LE SALE
LA CALVA ANTES QUE EL TEJADO
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