El tío Liborio tenía el cobertizo lleno de anastros y se
decía que eran como una plaga, se retiraban de un lado y aparecían en otro,
todo tenía una aplicación y a todo le tenía
ley, el barreño viejo para abrevadero, restos de cuerdas y sogas varias
para enmanillar un saco, atijar una brazada de leña o abarcar una
carga de hierba, una alambre era buena para remendar un mallazo o lañar una
abarca, un hierro era útil para la portera de un tapial o angarilla para el
árbol recién plantado, todo valía, lo malo es que a puro guardar el tío Liborio cogió fama de hombre raro.
El tío Liborio se pasó media vida haciendo crecer sandias
dentro de una cesta porque decía que así saldrían sandias con asas, ponía tejas a las calabazas para que
crecieran aplastadas y poder guardarlas mejor en el “sobrao” o
espaldillaba los pimientos para hacerlos
crecer hacia arriba porque decía que resultaban más machos y picaban más. El
tío Liborio iba siempre mal ajuarado y con apaños tan remendados que de puro
antruejo nunca se sabía cuál era la estameña original, él decía que de esa
manera siempre iba “estrenao”, nunca se le vio cambiar de boina y tanto lustre
le dio a la que siempre lucia que pareciera reflejo lo que era costra y por
bisel se tenía lo que era postilla. Su otra cualidad era la mucha maña que
tenia para tocar la dulzaina y el tamboril cosa que interpretaba mientras
contaba adagios y chascarrillos de
gentes propias y extrañas. De aquellos tiempos no pocas coplas aún corren por la
comarca jaleadas por la gente en días de fiestas patronales, la más celebrada
quizá fue aquella que sacó a su vecina la alcahueta con la que siempre tenía un
aquel y un qué se yo, de la que alguna vez dijo que era como la guindilla, que
no gusta pero se echa de menos cuando falta y es que el hombre andaba con ella siempre al traspiés, si ella blanco;
el negro, si ella gorrino, el garrapa, si ella paraguas, el solano, si ella tendía, el llovía, así fue hasta que un día el tío Liborio descubrió que la alcahueta que tanto le había
puesto en bocas ajenas también tenía sus anastros y no pocas retrancas y viendo que habia
aprovechando una tinaja descalabrada para plantar una higuera debajo del
canalón del tejado, no lo pensó mucho y sobre ello fue tejiendo y destejiendo
la copla que más o menos decía así:
El higo de mi vecina
tiene las semillas negras
con cienos de barias tierras.
Tiene la higuera en la cima
dos ramas como gemelas
si a oscuras tocas el higo
más pareciera una breva.
El higo de mi vecina
no se lo moja cualquiera
lo riega cuando ella quiere
sin cubo ni regadera
Que el agua que ella prefiere
le llueve cuando quisiera
haciendo que bajo el chorro
el higo se vuelva breva.
Dicen que la vecina tuvo un mal pronto pero que al
paso del tiempo ella misma celebrara ser tan popular como la Clara de su pueblo, aquella
que pedía perdón en misa por tener amores con Sindo el tamborilero. El tío
Liborio sigue siendo popular y hay quien dice que al tiempo en las noches,
cuando las tapias andaban en sombras saboreaba con gran gozo el higo de su
vecina.
LA MANO DEL
TAMBORILERO CUANDO REDOBLA TOCA EL PANDERO
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