miércoles, 31 de agosto de 2016

LOS ANASTROS DEL TIO LIBORIO (Últimas noticias desde el campo)

El tío Liborio tenía el cobertizo lleno de anastros y se decía que eran como una plaga, se retiraban de un lado y aparecían en otro, todo tenía una aplicación y a todo le tenía  ley, el barreño viejo para abrevadero, restos de cuerdas y sogas varias para enmanillar  un saco,  atijar una brazada de leña o abarcar una carga de hierba, una alambre era buena para remendar un mallazo o lañar una abarca, un hierro era útil para la portera de un tapial o angarilla para el árbol recién plantado, todo valía, lo malo es que a puro guardar  el tío Liborio cogió fama de hombre raro.

El tío Liborio se pasó media vida haciendo crecer sandias dentro de una cesta porque decía que así saldrían sandias con asas,  ponía tejas a las calabazas para que crecieran aplastadas y poder guardarlas mejor en el “sobrao” o espaldillaba  los pimientos para hacerlos crecer hacia arriba porque decía que resultaban más machos y picaban más. El tío Liborio iba siempre mal ajuarado y con apaños tan remendados que de puro antruejo nunca se sabía cuál era la estameña original, él decía que de esa manera siempre iba “estrenao”, nunca se le vio cambiar de boina y tanto lustre le dio a la que siempre lucia que pareciera reflejo lo que era costra y por bisel se tenía lo que era postilla. Su otra cualidad era la mucha maña que tenia para tocar la dulzaina y el tamboril cosa que interpretaba mientras contaba  adagios y chascarrillos de gentes propias y extrañas. De aquellos tiempos no pocas coplas aún corren por la comarca jaleadas por la gente en días de fiestas patronales, la más celebrada quizá fue aquella que sacó a su vecina la alcahueta con la que siempre tenía un aquel y un qué se yo, de la que alguna vez dijo que era como la guindilla, que no gusta pero se echa de menos cuando falta y es que el hombre andaba  con ella siempre al traspiés, si ella blanco; el negro, si ella gorrino, el garrapa, si ella paraguas, el  solano, si ella tendía, el llovía,  así fue hasta que un día  el tío Liborio  descubrió que la alcahueta que tanto le había puesto en bocas ajenas también tenía sus anastros  y no pocas retrancas y viendo que habia aprovechando una tinaja descalabrada para plantar una higuera debajo del canalón del tejado, no lo pensó mucho y sobre ello fue tejiendo y destejiendo la copla que más o menos decía así:

El higo de mi vecina
tiene las semillas negras
lo replantó en una esquina
con cienos de barias tierras.
Tiene la higuera en la cima
dos ramas como gemelas
si a oscuras tocas el higo
más pareciera una breva.
El higo de mi vecina 
no se lo moja cualquiera
lo riega cuando ella quiere
sin cubo ni regadera
Que el agua que ella prefiere
le llueve cuando quisiera
haciendo que bajo el chorro
el higo se vuelva breva.
                         
Dicen que la vecina tuvo un mal pronto pero que al paso del tiempo ella misma celebrara ser tan  popular como la Clara de su pueblo, aquella que pedía perdón en misa por tener amores con Sindo el tamborilero. El tío Liborio sigue siendo popular y hay quien dice que al tiempo en las noches, cuando las tapias andaban en sombras saboreaba con gran gozo el higo de su vecina.


LA MANO DEL TAMBORILERO CUANDO REDOBLA TOCA EL PANDERO 

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona