miércoles, 30 de noviembre de 2016

DAR DE COMER AL AMBRIENTO

Quiero recordar que en otro tiempo había pobres de solemnidad, pobres digamos oficiales con carnet  autorizados a pedir en la vía pública, eran o así me lo imagino pobres reales no fingidos a los cuales todo el mundo acudía para lavar su conciencia, los había fijos a la salida de misa de doce para que los señoritos pudieran demostrar su magnanimidad delante de las amistades, las señoronas de mantilla y breviario hurgaban  en el monedero hasta sacar unas perras que extendían displicentes  entre guantes de chantilly y rosario de abalorios, a tal punto llegó la normalidad que había pobres de sábado y de domingo que recorrían la barriada llamando de puerta en puerta y en un prodigio de fantasía quiero recordar haber visto felicitaciones de navidad con estampa y trabajadas letras: El pobre le felicita las pascuas

Ahora un pedigüeño apostado en una esquina te hace pensar en mafias explotadoras y en amputaciones simuladas, ante la duda sigues tu camino y allá se queda tu conciencia haciéndole compañía por un rato mientras regresas a tus quehaceres aparcando las dudas. Para salvarte de tus remordimientos viene la recogida de alimentos, y ahí si, ahí nos lanzamos con la imagen puesta detrás del paquete de sopa o el kilo de azúcar viendo al pobre necesitado recibiendo tu aportación mientras sostiene un carrito depauperado y dos niños a medio criar, la metamorfosis es radical, el mensaje llega desde el momento en que te aseguran que tu aportación alcanza al verdadero necesitado, aquel que los servicios sociales declaran en estado de necesidad. ¿Pero por qué siempre tiene que ser el ciudadano medio quien acuda al rescate? ¿Por qué el estado no se encarga de abastecer los bancos de alimentos comprando directamente a los agricultores y ganaderos las partidas necesarias? ¿No podía repercutir el ahorro de intermediarios en un mayor volumen de productos disponibles y al mismo tiempo dinamizar sectores en apuros?

Las escenas vividas como voluntario en la recogida de alimentos te dicen que no son los más pudientes los que llenan de víveres las barcas destinadas  al efecto, en general se dona cauterizando la mala conciencia convencidos que el banco de alimentos son el subsidio y la salvación de muchas familias en apuros, hasta aquí todo perfecto; pero no es menos cierto que las toneladas de alimentos recogidas han pasado antes por la caja de multinacionales y grandes superficies, el ciudadano medio  una vez más sustituye al estado para rescatarse a si mismo manejado y utilizado esta vez por el sentimiento de humanidad inyectado a su alrededor.

 BANCO DE ALIMENTOS, SILO Y GRANERO DEL GRAN HORMIGUERO


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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona