Quiero recordar que en otro tiempo había pobres de
solemnidad, pobres digamos oficiales con carnet
autorizados a pedir en la vía pública, eran o así me lo imagino pobres
reales no fingidos a los cuales todo el mundo acudía para lavar su conciencia, los
había fijos a la salida de misa de doce para que los señoritos pudieran
demostrar su magnanimidad delante de las amistades, las señoronas de mantilla y
breviario hurgaban en el monedero hasta
sacar unas perras que extendían displicentes
entre guantes de chantilly y rosario de abalorios, a tal punto llegó la
normalidad que había pobres de sábado y de domingo que recorrían la barriada
llamando de puerta en puerta y en un prodigio de fantasía quiero recordar haber
visto felicitaciones de navidad con estampa y trabajadas letras: El pobre le felicita las pascuas
Ahora un pedigüeño apostado en una esquina te hace pensar en mafias
explotadoras y en amputaciones simuladas, ante la duda sigues tu camino y allá
se queda tu conciencia haciéndole compañía por un rato mientras regresas a tus
quehaceres aparcando las dudas. Para salvarte de tus remordimientos viene la
recogida de alimentos, y ahí si, ahí nos lanzamos con la imagen puesta detrás
del paquete de sopa o el kilo de azúcar viendo al pobre necesitado recibiendo
tu aportación mientras sostiene un carrito depauperado y dos niños a medio
criar, la metamorfosis es radical, el mensaje llega desde el momento en que te
aseguran que tu aportación alcanza al verdadero necesitado, aquel que los servicios
sociales declaran en estado de necesidad. ¿Pero por qué siempre tiene que ser
el ciudadano medio quien acuda al rescate? ¿Por qué el estado no se encarga de
abastecer los bancos de alimentos comprando directamente a los agricultores y
ganaderos las partidas necesarias? ¿No podía repercutir el ahorro de
intermediarios en un mayor volumen de productos disponibles y al mismo tiempo
dinamizar sectores en apuros?
Las escenas vividas como voluntario en la recogida de
alimentos te dicen que no son los más pudientes los que llenan de víveres las
barcas destinadas al efecto, en general se
dona cauterizando la mala conciencia convencidos que el banco de alimentos son
el subsidio y la salvación de muchas familias en apuros, hasta aquí todo
perfecto; pero no es menos cierto que las toneladas de alimentos recogidas han
pasado antes por la caja de multinacionales y grandes superficies, el ciudadano
medio una vez más sustituye al estado
para rescatarse a si mismo manejado y utilizado esta vez por el sentimiento de
humanidad inyectado a su alrededor.
BANCO DE ALIMENTOS, SILO Y GRANERO DEL GRAN
HORMIGUERO
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