martes, 21 de agosto de 2018

DESDE LA ATALAYA


Desde la impresionante atalaya en que se ha convertido el amplísimo mirador del tanatorio de Collserola puedes contemplar una Barcelona abigarrada y anónima que te empequeñece como persona,  el  sentirte absorbido por la gran masa de cemento que se extiende a tus pies te niega  como individuo, no eres nada, eres una motita anónima en medio de la inmensa mole que es la urbe que se extiende debajo de ti, tu vida y sus peripecias quedan absorbidas por el anonimato  de ese monstruo construido entre la amalgama de otros seres que como tu piensan que son irremplazables, esa burda mentira cuyo desenlace tienes a tu alrededor donde la vida te dice es una carrera de relevos sin más premio que unas flores al entregar el testigo a los que te siguen, lo demás carece de valor, si fuiste importante, rico, pobre, conocido, blanco o negro, todo queda diluido en ese último adiós que nadie tiene en su agenda.

Hoy he sido testigo del relevo del que fue un niño de la guerra, una vida marcada por el esfuerzo y la lucha contra la adversidad, alguien que podría haber vivido en una revancha constante, pero hizo de su desgracia un ejercicio de superación con el fin de crear y entregar un mundo mejor a sus descendientes. Cuando más tarde la gran ciudad me ha  engullido de nuevo y los grandes rotativos hablan de posturas encontradas, divisiones étnicas,  colores y banderas,  emigrantes sin patria y violencia de todo tipo, he girado la vista hacia la montaña, he transpuesto muros y cristaleras y he pensando en la cantidad de relevos que se producen cada día y en el escenario donde la eternidad pone punto final a todas las diferencias.
                     NO TE ENGAÑES, LA VIDA TE VIVE TU SOBRE VIVES




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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona