Aquella casa tenía dos puntos de luz, uno encima de la mesa camilla y otro dentro de en un cajón en el rincón de la despensa a cuyo calor se acurrucaban una docena de polluelos recién nacidos, diríase que las dos familias compartíamos los 80 Kw que daba como máximo la potencia de nuestro contador. El frio en la calle había venido para quedarse, la nieve no parecía querer dejarnos para alegría de la chiquillería mientras los hijos de la señora Julia habrían una trinchera hasta llegar al talud de la vía a través del cual intentaban llegar caminando a su trabajo, el señor Prudencio aquel día no sacaba las mulas, su carro con las varas hacia el cielo parecía implorar clemencia mientras nosotros en plena jarana intentamos plantar un gran muñeco de nieve en medio de las vías. La casa olía a cocido, mi madre nos miró aterrada, sin darle tiempo nos refugiamos debajo de la mesa camilla al amparo de las faldillas y el brasero de cisco, un vaho húmedo escapaba de los guantes de lana que mi madre nos había agenciado, mientras oíamos a la señora Julia explicar a mi madre que la bicicleta del panadero no había podido subir la cuesta, allí estaba ella con una hogaza de pan para nosotros.
LA NIEVE LLEGA CON TRATADOS DE CONVIVENCIA
CASITAS DE PLANTA BAJA
Casitas
de plata baja
con
zaguán cocina y patio
gallinero
en el corral
y legumbres en el plato
familias
muy numerosas
los
que menos suman cuatro
y
si no con los abuelos
algún
pariente y el gato.
Es
redonda la camilla
con
badil brasero y tajo
casitas
de planta baja
casitas
de barrio bajo
cinco
años alli viví
cinco
años, gran legajo
cinco
años que aprendí
cuanto
la vida me trajo.
Me enseño a compartir
y
de la nada hacer algo
y
de ese algo resurgir
la
ilusión por el trabajo.
Hacer
de un caldo una sopa
de
un trozo de pan, gazpacho
de
una sardina un banquete
de
un conejo, banquetazo
y
un puñado de aceitunas
el
almuerzo en el trabajo
¡Hay!
Julia la del Eladio
la del pelito tan blanco
la
del mandil tan relimpio
y
zapatillas de esparto
que
además de repetir
que
la vida es solo un rato
vi
en su mesa compartir
lo
de diez para otros cuatro.
J. Hernández
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