¡Que viene el de la luz¡ Este grito recorría la barriada de portal en portal cuando aquel hombrecillo de uniforme gastado y expresión acartonada aparecía en la esquina que hacía nuestra calle con la de Gran Capitán, las amas de casa corrían presurosas a esconder a su manada, las puertas se cerraban, los pequeños aprendíamos lo que vale un silencio y nuestras madres aprobaban un máster en economía domestica inventando la tabla de vasos comunicantes en electricidad y dominio del arte del camuflaje, aquel notario de la precariedad que con paso cansino subía llamado puerta por puerta llegaba abrazado a un librote de cartulinas mugrientas y pastas de madera donde anotaba la lectura de los contadores de la luz, su paciencia o su resignación le hacían conocedor de antemano del resultado de las llamadas y en su defecto anotaba por ausencia el gasto mínimo contratado del contador no leído. El recibo de la luz en invierno siempre fue un quebradero de cabeza para las economías modestas, excederse del mínimo contratado suponía un gasto extra que descalabraba los famélicos bolsillos de la clase trabajadora lo que suponía restar de otras prioridades en época de racionamiento y estraperlo.
En estos días de crudo
invierno cuando todavía alguien tiene que decidir entre pagar el recibo de la
luz o pasar frio me doy cuenta que nada ha cambiado, tan solo las grandes
empresas suministradoras que han metido al hombrecito del mamotreto de pastas
de madera dentro de nuestros contadores y ya no hay puerta que cerrar ni
mínimos que anotar. Ahora no se discute bajar el precio de la luz, todo el
interés parece centrarse en rebajar el I.V.A. cosa un tanto incongruente dado
que las cantidades que por este concepto dejarían de pagar las grandes empresas repercutirían después injustamente en la
recaudación global de nuestra hacienda en detrimento de otros servicios.
¿Nadie ha pensado simplemente en dejar libre de impuestos las
tablas más bajas de consumo? ¿Aquellas en las que se mueven las clases más
humildes incluidos jubilados y parados de larga duración? El precio de nuestra
electricidad es el más caro de Europa, pero es también refugio y sobresueldo de
muchos de nuestros ex presidentes y mandatarios, no debe extrañarnos por tanto que
lejos de encontrar soluciones busquen su propia rentabilidad. El mismo Felipe
González manifestó en su día que dejaba su puesto en una de estas compañías
cansado de no hacer nada, o nuestro Aznar o Montilla (por mencionar solo a los más
conocidos) que se embolsan 200.000 euros anuales solo por estar y no mirar, o
nuestro ínclito emérito que según parece consiguió pingues beneficios apostando
por las eléctricas, o nuestros flamantes marquesitos de Galapagar que antes de
llegar a la Moncloa y megáfono en mano prometían desmontar estos chiringuitos y
acabar con tanto cambalache. ¿A quién
quieren engañar?
LAS PUERTAS GIRATORIAS ESTÁN
PARA IMPEDIR QUE PASE EL AIRE
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