lunes, 1 de marzo de 2021

YO, PRIMERA PERSONA DEL PRESENTE INDICATIVO DEL VERBO SER

Yo fui raro hasta para nacer, me hicieron venir al mundo un 29 de febrero nací ya un poco extraño diría yo, me acogió una vecina llamada “Criselda” que me puso el apodo de “Negrete” por lo moreno de mi piel. En mi calle como ya les conté había un tren de verdad que pasaba dos veces al día, los maquinistas nos conocían y pitaban al llegar al puente para que nos apartáramos, también había un carro con mulas tordas con las que trajinaba Prudencio el marido de “Criselda” y un Geppetto de carne y hueso que se llamaba Eladio y era el marido de la señora Julia, vivíamos en una casita de planta baja que tenía un corral con gallinas y hasta una vez tuvimos  un cabritillo que sacábamos a comer al otro al otro lado de la vía atado con un cordelito.

En este ambiente era difícil no ser feliz, era una especie de mundo ideal donde la calle era el patio común y el zaguán de cada casa el refugio de cualquier fechoría, así aprendí que lanzar una botella rota contra un poste era la manera más rápida de quedarte sin la yema del dedo pulgar (cuya cicatriz ostento desde entonces) y que pretender pasar la vía justo cuando pasa el tren es hacerlo parar chirriando  las ruedas sobre los raíles  y lanzando mas chispas que un afilador, de todo eso y más pudo acusarme y también del  susto de mi madre que venía muy contenta con el racionamiento de casa de Domiciano desde la calle Zamora y olvidó por un momento que el cupo de aceite y azúcar ese mes había aumentado.

Esta será el prefacio del libro  de la vida de este al que en algún momento llaman anciano y no pierde la ilusión de seguir viviendo porque según mi calendario solo he cumplido diez y nueve años.

LA EDAD DE LOS CABALLOS ESTÁ EN LOS DIENTES, YO LOS TENGO TODOS                        

                               (En el bolsillo)


 

MI GEPPETTO

Chupaba sin consumir

su colilla el buen Geppetto

lápiz y gorra gastada

coronaban su esqueleto

Hera enjuto y muy chupao

los carrillos para adentro

pocas muelas, pocos dientes

boca cueva, magro aliento. 

Aquí estoy con Julia, Criselda y Amanda
(de izquierda a derecha)

Viste mono con mil parches

todos de azul sobre puesto.

tiene tirantes cruzados

y bolsillos en  el pecho.

Una sierra cual guitarra

con un cordel tenso, tenso.

En el cajón escofina, garlopa, 

cepillo, serrucho y pernio

cada sitio pa su cosa

cada cosa su agujero.

Tiene un banco de madera

un banco de carpintero

con tornillo y bigotera

un metro que dobla al tiento

 y un lápiz de panza ancha

que en la oreja tiene asiento.

 El me mira de reojo

yo, más que verlo lo presiento

yY me deja una madera

y un clavo y un sargento.

Nunca acierto a la primera

y  por mucho que lo intento

he de macharme los dedos

pero a la quinta, lo acierto.

Se alegra cuando le atino

sonríe cuando me quejo

flaco, enjuto  y buen vecino

es de palo su esqueleto

Sabio maestro en maderas

yo lo trato con respeto

soñando ser algún día

el Pinocho de su cuento

 

                           J. Hernández


EL TREN DE LAS 12´15

Yo crecí con un tren de juguete

que pasaba piafando a mi vera

eran recios; vagones enormes

hechos todos de hierro y madera.

Al pitido obligado en el puente

En brazos de la señora Julia
En brazos de la señora Julia

yo nervioso ganaba la acera

y firme y derecho cual huso

le lanzaba mi adiós desde tierra.

 

Un silbido que el fuego penetra

y de pronto una gran humareda

y yo arengando entre toses de humo

me creía ordenar a una guerra.

Que importante era aquel maquinista

cien vagones y un tren por su cuenta

cuanto gozo me daba a mí el verlo

cuanta envidia su gorrilla negra.

 

Mas un día cesó el mercancías

ya no humea, ni pita, ni tiembla

ya no son de madera las vías

ya no se hace de humo la niebla

y me asomo triste a la ventana

y la mano aun quieta me tiembla.

 

Que será de aquel maquinista

que con humo ilustró mi inocencia.

Ya no son de  juguete los trenes

ni la vía es taller y herramienta

que planchaba tapones de chapa

en un juego infantil de ruleta.

                                                        J. Hernández


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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona