Yo fui raro hasta para nacer, me hicieron venir al mundo un 29 de febrero nací ya un poco extraño diría yo, me acogió una vecina llamada “Criselda” que me puso el apodo de “Negrete” por lo moreno de mi piel. En mi calle como ya les conté había un tren de verdad que pasaba dos veces al día, los maquinistas nos conocían y pitaban al llegar al puente para que nos apartáramos, también había un carro con mulas tordas con las que trajinaba Prudencio el marido de “Criselda” y un Geppetto de carne y hueso que se llamaba Eladio y era el marido de la señora Julia, vivíamos en una casita de planta baja que tenía un corral con gallinas y hasta una vez tuvimos un cabritillo que sacábamos a comer al otro al otro lado de la vía atado con un cordelito.
Esta será el
prefacio del libro de la vida de este al
que en algún momento llaman anciano y no pierde la ilusión de seguir viviendo
porque según mi calendario solo he cumplido diez y nueve años.
LA EDAD DE LOS CABALLOS ESTÁ EN LOS
DIENTES, YO LOS TENGO TODOS
(En el bolsillo)
MI GEPPETTO
Chupaba sin consumir
su colilla el buen Geppetto
lápiz y gorra gastada
coronaban su esqueleto
Hera enjuto y muy chupao
los carrillos para adentro
pocas muelas, pocos dientes
boca cueva, magro aliento.
Aquí estoy con Julia, Criselda y Amanda (de izquierda a derecha) |
Viste mono con mil parches
todos de azul sobre puesto.
tiene tirantes cruzados
y bolsillos en el pecho.
Una sierra cual guitarra
con un cordel tenso, tenso.
En el cajón escofina, garlopa,
cepillo, serrucho y pernio
cada sitio pa su cosa
cada cosa su agujero.
Tiene un banco de madera
un banco de carpintero
con tornillo y bigotera
un metro que dobla al tiento
y un lápiz de panza ancha
que en la oreja tiene asiento.
yo, más que verlo lo presiento
yY me deja una madera
y un clavo y un sargento.
Nunca acierto a la primera
y
por mucho que lo intento
he de macharme los dedos
pero a la quinta, lo acierto.
Se alegra cuando le atino
sonríe cuando me quejo
flaco, enjuto y buen vecino
es de palo su esqueleto
Sabio maestro en maderas
yo lo trato con respeto
soñando ser algún día
el Pinocho de su cuento
J. Hernández
EL TREN DE LAS 12´15
Yo crecí con un tren de juguete
que pasaba piafando a mi vera
eran recios; vagones enormes
hechos todos de hierro y madera.
Al pitido obligado en el puente
En brazos de la señora Julia |
yo nervioso ganaba la acera
y firme y derecho cual huso
le lanzaba mi adiós desde tierra.
Un silbido que el fuego penetra
y de pronto una gran humareda
y yo arengando entre toses de humo
me creía ordenar a una guerra.
Que importante era aquel maquinista
cien vagones y un tren por su cuenta
cuanto gozo me daba a mí el verlo
cuanta envidia su gorrilla negra.
Mas un día cesó el mercancías
ya no humea, ni pita, ni tiembla
ya no son de madera las vías
ya no se hace de humo la niebla
y me asomo triste a la ventana
y la mano aun quieta me tiembla.
Que será de aquel maquinista
que con humo ilustró mi inocencia.
Ya no son de juguete los trenes
ni la vía es taller y herramienta
que planchaba tapones de chapa
en un juego infantil de ruleta.
J. Hernández
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