sábado, 12 de febrero de 2022

EL HOMBRE QUE AFINABA SU SERRUCHO

Bien es verdad que la mañana invitaba al paseo y como el cuerpo pedía  albarca salí de casa con ánimo de no llevarle la contraria, superé la plaza Ibiza y calle Campoamor sobrepasé el velódromo y me llegué hasta el parque del Laberinto, allí recordé la foto que duerme en mi mesita de noche, mis hijos pequeñines en la gruta del estanque, dudé si estaría todo igual y me asaltó la duda de si podría repetir  aquella foto cincuenta años después,  allí me tienen recordando tiempos de corbata, americana y carrito de niño en día en primavera, las ilusiones de padres principiantes y nostálgicos,  las mil dudas de cómo educar,  las expectativas de un futuro por el cual habíamos abandonado nuestra  tierra y sobre todo la gran responsabilidad de sacar adelante una familia sin referentes cercanos..



En estos devaneos estaba cuando un extraño ruido de cigarra herrumbrosa llamó mi atención, allí a la solana sentando en un banco de piedra  un hombre de edad pareja afinaba su serrucho, no he podido por menos de acercarme por lo extraño de su entretenimiento y sobre todo por el minucioso interés que ponía en su cometido que mas pareciera solista de violón desafinado que limador de puntas de  serrucho en extinción. El saludo protocolario fue roto sin problemas, ha vuelto su mirada y posando su instrumento me dice que es de la tierra donde los pernicotes del jamón se aprovechaban para el puchero que el siempre cortaba con aquel serrucho y que al no tener mejor cosa que hacer allí estaba dándole a los dientes lima arriba lima abajo mientras tomaba el sol, bien me dijo que era de tierras seguramente desconocidas para mí,  que siendo siete hermanos habían abandonado la hacienda para venirse a trabajar a Barcelona y que unos por otros habían dejado caer la casa, el corralón y  hasta unas tierras de las que nadie se preocupa, nuestro hombre desgrana las circunstancias del desapego una vez faltaron los padres y de qué manera siendo tantos hijos nadie se hizo cargo de nada por la carencia de ayudas  y trabas de la administración.



Observándolo me doy cuenta que nuestro hombre más que limar escarba en su pasado, el instrumento que tiene en la mano en la soledad de la montaña catalana es un grito o tal vez un sollozo de nostalgia, podría asegurar que al hacerlo está reviviendo escenas de badil y escaño o de cuadra y acarreo, baja la mirada  cuando se lo comento y enarbolando el puñetero serrucho me lo muestra y me aclara que perteneció a su casa y no quiere perderlo, al  despedirnos me dice que es de un pueblecito de Salamanca a veinte kilómetros de Vitigudino,  pensar que él decía ser de una tierra que yo no conocería…………… 

Después de tantos años la comunidad de Castilla y León sigue desangrándose nadie parece interesado en potenciar la vida rural, las proclamas de los candidatos en estas elecciones solo pugnan por  desacreditar  al contrario, ninguno habla de carencias, ninguno pone al ciudadano por encima de los intereses de partido, ninguno habla y todos callan,  nuestra mentalidad de hidalgos venidos a menos sigue prevaleciendo, estamos programados para estar en el escaparate nadie se mete en la trastienda,  quizá los de la España vaciada arranquen un puñadito de votos, quizá quizá, quizá…

             LOS  SOLISTAS DEL SERRUCHO NO TENEMOS PARTITURA

                                                                                    J. Hernández

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona