viernes, 6 de mayo de 2022

EL ANAQUEL DE LOS LIBROS

Téngome por acumulador, bibliófilo de viejo, escudriñador de escombros y buhonero por afición, algo superior a mi me invita a la rebusca y al escudriño y en no pocas ocasiones tengo que alegrarme de no disponer de mula ni carro con los que cargar pues de tenerlos habría de tornar en museo el resultado de mi requisa y en buhardilla de Diógenes con candil incluido el acopio literario, en no pocas ocasiones con arto dolor de mi corazón dejo en manos de la providencia restos de madera labrada, alfeizar, azulejos  y no pocos enseres que siendo de otra época  vienen a morir a manos de una reforma mal planteada donde el plástico y la fibra sustituyen a la historia.



Inclinación especial tengo por los libros, no hay más dolor a la vista que una pira de libros abandonados  en muchos casos aparentemente inmaculados, las nuevas tendencias electrónicas justifican en algún caso lo anárquico de una antigua enciclopedia o si se quiere compendios de estudios y materias anacrónicas por el paso del tiempo, pero nada justifica que libros de antiguas ediciones terminen en un contenedor por lo ajado de su portada o la posible dispersión que por el uso hayan sufrido sus páginas,  Puedo decir que de este escudriñar he conseguido libros muy curiosos de ediciones agotadas y difíciles de encontrar aún en librerías de lance, de todo ello me enorgullezco y sobre todo cuando tengo ocasión de hacer feliz a una tercera persona cuando pongo en sus manos un volumen que no esperaba o no era fácil encontrar.

Quiero pensar que esta tendencia mía comenzó en CASA CENTENERA de Salamanca, una librería de viejo situada en la plaza del Corrillo donde yo me pasaba horas enteras mirando sus escaparates y en no pocas ocasiones el temperamento de uno de los hermanos me despedía con una especie de gruñido que tu interpretabas como que estabas molestando el paso de posibles compradores. De aquella librería recuerdo su olor característico a papel viejo y sobre todo la mirada por encima de las gafas de uno de los hermanos mientras tasaba lotes de libros de estudiantes que pasaban de curso,  los dejaban en depósito para salir de un apuro o por el contrario intentaban conseguir un tratado de anatomía a cambio de muy pocas pesetas, puedo asegurar también que vendía libros a plazos a clientes de confianza, esta misma librería la menciona el propio Camilo José Cela en sus memorias y cuyo rotulo de porcelana esmaltada descansa en sus casa museo allá en Galicia.

Hay libros que han viajado conmigo a lo largo de los años pero uno sobre todo al que tengo gran cariño, fue el primer libro que como tal llegó a mi poder y no puedo asegurar que no fuera ya de segunda mano, fue uno de los pocos regalos de mi madrina de bautizo: PINOCHO que junto con el Quijote he releído incontables veces pero tal vez fue este Pinocho el que abrió las puertas de mi afición a la lectura, setenta años lleva conmigo, no quisiera imaginar que algún día alguien pueda encontrarlo en un contenedor.

      LIBROS EN LA BASURA, INSULTOS DE INDIGNIDAD

 


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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona