Vieja noria mía, herrumbrada, hermosa,
tus canjilones dormidos que la hiedra arropa
y los tules de plata que cubren tu boca
van sellando el tiempo, tejiendo tu losa
mientras cubre tu púlpito la salvaje broza.
Recuerdo las tardes frescas del verano
jugando en la pila, salpicando al solano
caballones preñados, la aceña rasando
la vieja botija de barro, enfriando
semi-sumergida, atada, nadando.
La tapia del huerto con losas de canto,
el portón remachado, un puro quebranto
cerrando inseguro con cuerda de esparto
el cerco de piedra que alumbra ya el parto
de la frágil muralla de fácil asalto.
Vieja noria mía que el tiempo desgarra.
Mamé de tu fuente, bebí de tu agua
tú tienes legañas herrumbre chatarra
yo tengo costuras que zurcen mi alma
vieja amiga mía, mi hermosa cigarra
No saben los necios lo que se le acaba
y es que niña mía su vida aquí estaba,
cortaron tus venas con zarpas sin alma
poniendo grilletes, rompiendo tu calma
tasando en denarios tu vida de esclava.
Y yo… que te vi libre, cantarina y clara
maldigo a los golfos que venden tu karma
en dosis de plástico cerradas con chapa
poniendo en el inri que estás secuestrada
y piden rescate por un trago de agua.
J. Hernández
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