miércoles, 10 de enero de 2024

AL ACORDEON LE QUEDA POCO FUELLE

También este año sonó el acordeón, son más de doscientos años  los que tiene este venerable instrumento que tiene en su esqueleto muelles de imperdible,  madera de pinzas, botones de camisa con chorreras un fuelle tan remendado como un herido en contienda de ultramar, son muchos años en los que apoyado en mi rodilla intenta entre suspiros entonar los villancicos de toda la vida o la vida de todos mis villancicos, cada año que pasa y su forma octogonal aparece en escena no puedo por menos de pensar que sus llagas al igual que mis arrugas son cada vez más profundas y los suspiros de sus notas tremolando cual viento en estandarte acompasan mi voz en un dúo de imposible sincronia.



Este ejercicio que anualmente me vuelve al pasado tiene para mí el recuerdo de la tradición, me trae sonidos de mesa camilla, del rascar de la botella de anís del mono,  la pandereta de platillos de hojalata y las castañuelas de mercadillo de feria, pero sobre todo los momentos en que a hurtadillas la sacaba del fardel donde lo guardaba mi padre como reincidente raterillo iniciaba mi aprendizaje autodidacta y tan poco académico que solo el empeño y la constancia hicieron de mi un músico de ocasión y solista navideño en excedencia. Ahora cuando mi calendario se tiñe de sepia te das cuenta que los recuerdos sembrados con reja de arado se pierden, las sobremesas que en otro tiempo fueron escuela de villancicos y templo de las tradiciones quedan ahora relegadas a la esquina geriátrica donde los mayores se guarecen como arcas desvencijadas y bisagras carcomidas intentando hacerse oír entre un bosque de móviles abiertos al futuro mientras dejan morir el presente.



Hoy cuando guardo a mi  compañera de viaje y la remito a su retiro no puedo por menos de desearle que no deje morir ese duende de la tradición que lleva dentro al que esperaré impaciente el próximo año en un pacto irrenunciable condicionados solo por la incuestionable batuta del marcapasos  y la compuerta del corazón .  

               

                    ACORDEÓN Y CORAZÓN, PULSACIÓN Y TRADICIÓN

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona