Leo en la contra de la vanguardia (11/1) la entrevista al presentador Assí Azar de la televisión de Tel Aviv y de cómo conoció a su ahora marido el arquitecto Albert Escolá, la naturalidad con que lo cuenta me retrotrae a cuando hace unos meses fui invitado a un coloquio sobre el tema de la realidad y normalidad LGBTI que presentaban dos jóvenes invitados y sus dificultades para hacerse comprender por la sociedad. Todo fue bien entendiéndolo bajo el prisma actual pero el grupo se descompuso cuando se planteo el vivir la misma epopeya en la época de la dictadura.
Salió a palestra la entonces imperante ley denominada de vagos y maleantes que incluía cualquier actitud que pudiera considerarse contraria a la moral y las buenas costumbres y como para ocultar las mal llamadas desviaciones sexuales se celebraron muchos matrimonios con una pareja engañada y sometida a un matrimonio entonces indisoluble según el régimen y la iglesia apostólica imperante. El debate se hizo más duro el que se suponía víctima pasó a ser verdugo de esta aberración y obligada además a seguir por ley adelante con un matrimonio consumado por obligación, amordazada desde el púlpito y sometida al dictado del pasaporte oficial que era el libro de familia.
En nuestra época, (la de los matrimonios indivisibles) se demostró que hubo y hay muchos libros de familia por desempolvar, matrimonios que derivaron en simples compañeros de viaje en esa aventura llamada matrimonio convencidos de que otra alternativa no era posible. En el debate hubo silencios y clamores evidentes, la gente de nuestra generación pareció no sentirse a gusto por la deriva que había tomado el tema propuesto pero este adquirió vida cuando los dos protagonistas de esta convocatoria comprendieron que sintiéndose víctimas ahora habían de sentirse afortunados, reconocieron lo inaudito de las personas LGBT de nuestra época padeciendo en silencio y con opacidad sus verdaderas inclinaciones sexuales y tener que encadenarse de por vida para ocultar su condición.
La reunión terminó con los papeles cambiados, los pertenecientes en ese momento al movimiento LGBT reconocieron que cualquier otro tiempo fue peor, sus deseos de hacernos considerar con naturalidad la realidad de su movimiento había tropezado con una generación de la posguerra marcada en muchos pasajes de su vida incluida la sexualidad de la que nadie quiere hablar pero de la que todos fuimos cómplices y victimas al mismo tiempo.
EN NUESTRO TIEMPO LAS ALCOBAS TENÍAN ARMARIOS DE TRES CUERPOS
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