Al fin he llegado! Estuve varias veces a punto de no conseguir el aprobado para llegar a esta cota pero aquí estoy por méritos propios (y ajenos) al final del viaje que comenzó en Salamanca y tras múltiples peripecias en las que unas veces salí dejando un vellón entre las zarzas y otras salvadas a base de esfuerzo y no poca lucha. El viaje siendo largo ha resultado demasiado rápido, tengo la sensación de haberme saltado paradas intermedias y que no pocas ventanillas se quedaron sin mirar por estar en el lado equivocado.
Llegar al club de los ochenta no es ninguna tragedia, en este club el tiempo entra en otra dimensión, no es momento para vivir de recuerdos pero si para recomponer los fragmentos perdidos por el camino, son tiempos de calma que invitan revisar el trayecto para el que te sacaron billete sin pedirte permiso. Personalmente he llegado con el equipaje justo, nada me sobra y nada me falta pero con la ventaja de seguir contando con la compañera que conmigo cargó su mochila al principio de esta aventura sin saber muy bien a dónde íbamos, mas tres vástagos que aupamos en esta andadura y dos princesitas que vinieron después toman ahora el relevo de nuestra peripecia.
Este febrero además tiene veintinueve días y es que fui raro hasta para nacer, mi madre no me lo puso fácil me pario casi fuera del calendario pero según me dijeron me agarré con ganas al barreño de cinc que la señora Julia y la señora Cliselda tenían preparado y allí me dieron el primer remojón nada más venir al mundo, la vecindad de aquel barrio la he recordado siempre con mucho cariño fue mi mejor escuela, una etapa muy feliz que ha estado presente a lo largo de toda mi vida, allí entendí que la solidaridad es compartir sin tener, que tu prójimo no tiene apellidos y que unos tienen callos en las manos para que otros los tengan en el corazón, después de ochenta años la foto de aquellas irrepetibles vecinas aún preside mi escritorio.
Llegar hasta aquí es como encontrarte varado en una playa después de haber remado contra corriente, en principio no sabes qué hacer, después no sabes a que dedicarte y por último quieres recuperar “todas” las aficiones que quedaron aparcadas por falta de tiempo, y es aquí donde la realidad puede más que el deseo y tienes que optar por las más asequibles, en esta playa descubres nuevos amigos que igual que tú tratan de completar su puzle encajando las piezas perdidas en el camino, es una tarea de ensamblaje que muchas veces terminamos haciéndolo en equipo dado que los objetivos son los mismos y las herramientas similares.
Al adquirir el titulo de octogenario tiene la peculiaridad de sentirte observado como si esperaran el traspié que te obligue a pedir ayuda, yo me resisto por el momento y sigo persiguiendo mis propias iniciativas, trato de estar activo sin mirar el calendario y sobre todo de disfrutar el día a día rellenando mi agenda con nuevos retos, conseguirlos quizá no es lo importante el merito está en la voluntad de intentarlo, seguir viviendo no es un objetivo, seguir disfrutando sí
LA VIDA ES UN ÓRDAGO AL QUE TE ENFRENTAS CON CARTAS MARCADAS
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