La frase no es mía se la he plagiado a una compañera del grupo de poesía, pero no he podido por menos de retomarla ya no por la simplicidad de la descripción si no por concreción del acto de abrazar. Y es que no es lo mismo abrazar a un niño, a un compañero o a una persona mayor, cada uno tiene su abrazo a medida o se lo adaptamos al momento. Abrazar a una persona mayor implica delicadeza, en el caso del niño tan solo abrazas a la esencia, también está el abrazo del oso ese que te da el compadre de turno o la versión cepo de quien te toma como una presa y no te suelta, el de la llave del cuatro que aumenta la presión mientras te habla , el cachas de gimnasio que te coge de espaldas y te hunde el esternón, también cabrían en este capítulo los abrazos protocolarios que das a las personas que recuerdas con cariño, los abrazos del aroma de las amigas de tu madre que te envuelven con el perfume de toda la vida y los de aureola que no llegan a tocarte, o los de espejo que después de dártelo te apartan para mirarte con prospectiva.
En otro apartado dejas
los de pésame donde es difícil dosificar la intensidad y el momento, pero lo más
doloroso de este armario es que también hay perchas sin abrazo, son los que
quedaron sin repartir por ausencia del destinatario y permanecen en la consigna
de la amargura, abrazos muchas veces ensayados, muchas veces imaginados pero que
se hicieron imposibles por el reloj de la vida, son los abrazos del destiempo aquellos
que se echan de menos cuando dobla la calle la vida, pero ninguno tan amargo
como los del resentimiento, aquellos que no quisiste dar y se quedaron apolillándose
en la dársena de iniquidad.
EL BUZÓN DE LA SINRAZÓN
GUARDA ABRAZOS SIN FRANQUEO
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