Tambores de guerra suenan en la distancia, tambores de guerra de los que nos aislamos poniendo tapones al eco y orejeras en las ventanas del sufrimiento, pero la guerra somos nosotros porque España construye las armas mortíferas que desmiembra cuerpos con marchamo español, pero parece que limpiar la sangre es más rentable que evitarla, mientras el mundo gira sobre ejes que chirrían con gritos desesperados proyectando sombra de hambrunas y estertores de terror nosotros nos limitamos a levantar la barrera del fielato armamentístico poniendo a disposición del mejor postor las armas con las que asesinar con la garantía de estar testadas en combate.
Otros tambores tocan también a llenar cuarteles, son los que anuncian la incorporación obligatoria al servicio militar, son tambores que suenan ya dentro de muchas naciones de la comunidad europea, son los tambores que hablan de que los juegos de la televisión toman cuerpo y que jugar a esta guerra ya se hace obligatorio, el momento puede ser determinante atacar no es lo mismo que defender y poner el pecho como parapeto ante los proyectiles de una multinacional que se tiene por amiga quizá sea el modo que nos haga comprender la sinrazón de estas guerras propiciadas por la industria del armamento en cuya nomina constamos como beneficiarios.
También hay otros tambores sobre nuestras cabezas pero que nadie parece haber escuchado, son los tambores de la contaminación producida por tantísimos estampidos de gases y metales expandidos a la atmósfera, son también los tambores de los olvidados que extraen los minerales imprescindibles para fabricar este armamento y que los mata por trabajar en régimen de esclavitud, son también los tambores de los millones de muertos por hambre que hubiéramos podido salvar invirtiendo la milésima parte de todo lo que estamos gastando en armamento, pero esto no interesa, no da beneficios y ganarles la guerra ya se sabe que es solo cuestión de tiempo, dejar que la hambruna haga su trabajo nos permitirá ocupar sus tierras sin que la conciencia se entretenga en contabilizar cadáveres, la vida no les pertenece, sus tambores dejaron de sonar, su badana es su propio cuerpo, es la otra guerra, la del silencio, la más cruel
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GASTAR EN HAMBRE ES SEMBRAR BOMBAS DONDE NACE EL TRIGO
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