La iglesia de San Andrés del palomar (Barcelona) fue el marco donde aquellos chiquillos de 19 y 23 años se dieron el sí, la iglesia pequeña para tanta ilusión resultó un gran templo para una veintena de invitados, la novia radiante, antes de salir para la iglesia había dejado preparado en casa el agasajo para sus acompañantes, los tiempos no estaban para muchas alegrías, estamos hablando del año 1959. El viaje de novios tuvo un comienzo un tanto accidentado, el dinero ahorrado con tanto sacrificio para el viaje de novios no aparecía por ningún sitio hasta que alguien dedujo que una amiga “distraída” podía tenerlo en su poder. Camino de Valencia la novia fue detenida, la pareja de la guardia civil apercibida de que en el tren viajaba una menor de edad hicieron acto de presencia intentando retenerla para ser devuelta a la familia, un papel del cura que los casó (no sin algún recelo) salvó la situación. El viaje desde Zaragoza a Sigüenza en un tren de madera cubierto de nieve sin más calefacción que el abrigo puesto no fue precisamente la carroza real para unos recién casados, luego un taxi los llevó hasta aquel pueblo donde bajo un manto blanco les esperaban con dos candiles por toda iluminación.
Esta historia con lances más o menos parecidos podría ser suscrita por muchos de nosotros, nuestra protagonista que emprendió su nueva vida con 25 pts. en el bolsillo recuerda que estuvo viviendo en una habitación con derecho a cocina durante mucho tiempo y ante la falta de espacio habilitó incluso la maleta de la ropa a modo de cuna para su hija. Esta nuestra generación fue la que dio paso a los grandes acontecimientos en Cataluña incluida la tan cacareada Olimpiada que según parece nos abrió al mundo, pero también destapó un tarro de miel donde los abejorros mal llamados fondos de inversión (especulación) encontró fácil acomodo. Estadísticas tendenciosas nos hablan de ingentes cantidades de dinero ingresados por el turismo (hostelería) pero nadie explica que los mayores ingresos por este concepto revierten en los mismos fondos (de presión) de inversión que a su vez acaparan edificios y enclaves singulares de nuestra geografía, dejando las migajas para el ciudadano medio al que consuelan con sueldos a todas luces insuficientes e inaceptables con los que a duras penas pueden salir adelante.
Que esta nuestra generación que en aquel tiempo compraba un piso firmando (según la costumbre del momento) infinitas letras de cambio, la misma que con sus impuestos sustentó los mil proyectos megalómanos que ahora ponen a Barcelona en la cúspide turismo, sea ahora victima de su propio esfuerzo y se vea obligada que acoger en casa a sus descendientes porque con su sueldo no pueden pagar un alquiler que les supone un 80% de su sueldo es algo incomprensible y a todas luces inaudito.
CRONOS DEVORÓ A SUS DESCENDIENTES, CATALUÑA TAMBIÉN
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