viernes, 2 de mayo de 2025

ENSAYO SOBRE LA OSCURIDAD

Ríanse ustedes, pero dentro de las mil extravagancias que tengo y esa inclinación mía por guardar vestigios del pasado, tengo un candil (el candil de la abuela Juana) aquel encerrado en cancelita de cristal  que usaba para ir al corral no fuera a llevar el otro y con el chisporroteo fuera a prender el“sobrao”. Mi candil, este candil me recuerda los tiempos en que la luz eléctrica brillaba por su ausencia y solo este y el resplandor de la lumbre de la chimenea eran la iluminación de aquella casa con olor a humo y sabor a pueblo, aquella donde la “brisca” llenaba horas nocturnas y se anticipaban barruntos de tormenta por las “dolencias.



El apagón sufrido esta semana ha demostrado que no somos tan suficientes como presumimos ni tampoco tan desarrollados como parecía, este apagón ha sido un baño de humildad y un suceso que debería repetirse para reconciliarnos con nosotros mismos. La falta de teléfono me ha recordado en aquellas reuniones alrededor de la lumbre, de la carencia de medios modernos de información han surgido silencios conciliares alrededor de un viejo transistor sustituto de aquel mastodóntico aparato de galena, y sobre todo nos ha obligado a mirarnos a la cara ante la ausencia de una excusa inoculada como es el teléfono móvil.

Este tránsito a la oscuridad me ha recordado también aquella novela de Jose Luis SampedroEnsayo sobre la ceguera, en la que intuyendo que nadie nos veía cada uno hizo de su supervivencia la justificación de sus desmanes, si bien en este caso muy al contrario sirvió para rebajar nuestro ego y remitirnos a los tiempos de mi abuela donde llamar a la puerta del vecino para pedir sal, o una panilla de aceite era tan normal como compartir los frutodel huerto, eso era simplemente vivir en comunidad esa comunidad a la que hoy día pretendemos llegar comprando aparatos de última generación pero que solo lo conseguimos cuando nos cortan el cordón umbilical que nos une a ese mal llamado progreso, hoy durante el apagón nos hemos enterado que nuestra vecina espera un nuevo niño, que quien creíamos era su hijo era en realidad su cuñado y que la abuela fue la que decidió romper su ostracismo al escuchar tras el tabique el transistor en nuestra casa.

 

   EL KIT DE SUPERVIVENCIA: GALLINAS, CERDO,  OVEJA Y HUERTO

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona