lunes, 7 de septiembre de 2009

DESPUÉS DEL VERANO....

Es curioso encontrarte a los paisanos que han estado en el pueblo durante el verano y ver con qué ganas te cuentan las mil y una incidencias vividas en su tierra. Repasan una y otra vez todos y cada uno de los detalles, rememoran cada pasaje y no dudan en volver sobre lo ya contado en el momento que piensan que algo no quedó claro o que no supieron destacar con precisión. Es fácil adivinar lo que viene tras el paréntesis de una pausa o cómo esperan para recrearse en un apartado que les parece fundamental para que todo quede perfectamente catalogado por el grado de importancia.

Yo me lo paso en grande, los escucho con devoción y no dudo en preguntar o pedir alguna puntualización que mi interlocutor
agradece para poder recrearse en el punto apetecido, son charlas amigables que tienen un denominador común: la nostalgia. A través de estas conversaciones te das cuenta de cómo ha pasado el tiempo; hace años los personajes fundamentales de estas historias y casi el motivo principal de estos viajes eran los padres, era obligatorio visitarlos y estar con ellos al menos una vez al año, era un compromiso ineludible y no se concebía ir a otro sitio de vacaciones sin visitar a la familia, especialmente a los abuelos. Compartir con ellos tus vivencias y llevarles a los nietos no tenía ni siquiera discusión.

Ahora hablamos de hermanos, de sobrinos, y si tú quieres de primos, pero pocos pueden hablar ya de padres, las generaciones se van renovando y en esa renovación resulta que ahora los abuelos somos nosotros, somos nosotros los que dejamos aquí a nuestros nietos, y a la pregunta de “¿Por qué no te quedaste en el pueblo?” se acompaña la respuesta inmediata de: si no fuera por mis nietos...

Actualmente la visita a nuestra tierra queda un tanto desdibujada; al faltar los padres parece como si la brújula hubiera perdido el norte y no sabemos muy bien donde ubicarnos; los hermanos que quedan en el pueblo son ahora los abuelos de nuestra época y en estos días reciben a sus hijos y nietos y no están para mucho más. Los amigos de entonces también son abuelos y ahora les pueden el colesterol y la tensión; las grandes comilonas en la bodega con las peñas se quedan en un intento que no pasa de las sopas de ajo y el no saber lo que pasó pero “me vi en la cama sin saber quien me trajo”.

Esto de la visita al pueblo se está convirtiendo en un encadenamiento de intentos fallidos del “sigo siendo el mismo pero de otra manera, si no corrí delante de los toros fue... por mi mujer, si no le dije cuatro cosas al alcalde fue... por mi hermano, si no fuimos a liebres fue... por la escopeta, si no salimos de juerga fue... por el Mariano, íbamos a ir a Salamanca pero...” y es que los años son los años aunque no queramos darnos cuenta.

Lo bueno es que, si está al lado la mujer del que lo cuenta, las correcciones son inmediatas y tan precisas que el interlocutor se queda con el culo al aire y pide a Dios, una buena razón para que la distraiga; si el marido insiste en no saber lo que pasó es la mujer la que aporta el dato de que en el intento de llevarlo a la cama al no poder con él rodaron los dos por las escaleras; si no tiene muy claro lo que sucedió en el encierro es la mujer la que dice que fue el primero en estar subido en el carro por que le entraron unas “cagalinas” de no te menees; si no pudo acudir a la juerga de la peña es por que tenía una curda que no se le espabiló en tres días. Y todo por querer presumir de que él aguantaba más que nadie y que no había nada que lo tumbara.

Total que el regreso de la visita al pueblo trae consigo acudir al médico de la capital hacer análisis de colesterol, tensión y ciática, mirar un poco cómo anda el hígado después de hacerlo filtrar más de la cuenta y aguantar la reprimenda porque el azúcar está disparado por no guardar el régimen.

Los años no perdonan y lo malo es que no queremos asumir el papel que ocuparon nuestros padres, nos da miedo reconocer que estamos en una frontera sin retroceso; que los protagonistas de nuestras antiguas historias ahora somos nosotros y que lo único que cambia es que nuestros nietos están de este lado y que como no sólo nos visitan en verano parece que el tiempo no pasa hasta que regresas al pueblo.

1 comentario:

  1. y una vez faltan los padres empiezas a pensar que la próxima ficha serás tu ¿o no?, al menos a mi me pasó.
    carpe diem.

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona