Andamos estos días metidos en
acompañar en sus desvelos a un grupo de jóvenes creativos de los que no se
conforman con esperar sentados que las oportunidades vengan a visitarles y crean
su propio puesto de trabajo intentando además el más difícil todavía de exportase
a sí mismos a otras comunidades propagando
la ilusión de que España tiene remedio si todos empujamos en la buena
dirección.
No es que mi aportación sea
determinante o ni siquiera significativa pero si lo suficientemente integrada
como para poder vivir con ellos los momentos de máxima ilusión pero también los
dolorosos bajonazos de la prepotencia y la
falta de ética moral por parte de empresarios y de las mismísimas
administraciones que lejos de facilitar y encauzar en la buena dirección estas
inquietudes torpedean sin ningún rubor el trabajo de jóvenes y no tan jóvenes
haciéndolos víctimas de la palabra crisis y candidatos por desilusión y
desesperanza a las listas infinitas del paro y la dejadez profesional.
No es de recibo que se contrate
por media jornada para un cometido que se sabe de antemano tiene un horario imprevisible,
tampoco es de recibo que ante un trabajo prácticamente terminado se argumente
con toda desfachatez que del presupuesto inicial te rebajaras una parte
sustancial porque tu asesor asi te lo ha aconsejado o que te desdices de tu
compromiso por que la honorabilidad está a la baja y nadie reparó en hacerte
firmar un compromiso con previsión de fondos.
Eso se está dando de manera habitual
en cualquier relación mercantil nadie se fía ya de la palabra dada ni la honestidad es bandera
inquebrantable, la crisis está arrastrando a una dejación de valores que
difícilmente podrá recuperarse, no se
cual será la profundidad de la sima económica en que estamos metidos pero no será
menor la grieta por la que estamos
arrojando la ética y la moral de la que en otra época hacíamos bandera y mucho
menos los tiempos en que un apretón de
manos tenía tanta fuerza como un acta notarial.
Cuando el mundillo político
aparece mezclado en operaciones fraudulentas acudimos todos a la reparación
inmediata de lo sustraído como exigencia inapelable aunque difícilmente
conseguible pero nadie pone en juicio de
valor la reparación del daño moral que estos comportamientos llevan aparejados
incluidos los damnificados que intentando trabajar con honestidad se ven
desplazados por los vampirizados sistemas de corretajes, comisiones y amiguismos imperantes en los
panales de la administración.
CRISIS ES EL CANCER DE LA PALABRA HONESTIDAD
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