El
frio de la meseta nos ataca cargado de agua, la estación enorme y fría sigue
esperando la llegada del Ave, su gran caparazón espera realquilados que alejen
los fantasmas de sus estancias ahora vacías, la poquísima actividad aumenta lo desproporcionado de sus
instalaciones y una vez traspasado el enorme vestíbulo un páramo situado en
medio de la nada nos acoge dejándonos ver un larguísimo rosario de farolas que nos
llevarán hasta el centro de la capital, de camino pasamos delante del hospital que
por sus dimensiones compite en desproporción con sobrada holgura de la estación
dejada a nuestras espaldas, la cuna del Cid puede dormir tranquila con la
confianza de que el sistema sanitario de que dispone podría albergar no solo a
los heridos de sus mesnadas sino a todos los sarracenos a los que sus espadones
cercenaran en sus constantes ajetreos.
El
Burgos capitalino nos sorprende siempre por su forma alargada encajonando al
rio con la cinta verde de su riera y la diadema del paseo del Espolón de cuyas fachadas sobresalen las torres de la catedral
emergiendo inhiestas como banderillas en el lomo de los tejados, el Cid sigue
atando las dos orillas del Arlanzón desde su cabalgadura al tiempo que vigila
la historia de la evolución humana enmarcada en los inmensos cubos de cristal
que el yacimiento de Atapuerca nos acerca hasta la capital, un calor de
sobremesa nos espera junto al Monasterio de las Huelgas y allí llegamos cuando nuestro
cuanta quilómetros nos dice que llevamos más de diez kilómetros de andadura sin haber salido del casco urbano.
Visitar
una capital de provincia y querer conocerla pasa por dar una vuelta por sus
mercados municipales, ver lo que se guisa en casa del ciudadano de a pie y comparar
precios y calidades con nuestra capital de residencia, en principio los precios no nos sorprenden
salvo los de los productos de elaboración local y muchas veces artesana que por
serlo son únicos y fácilmente identificables, charlamos con industriales
autóctonos que manifiestan su necesidad de llegar a consumidores de otras
provincias compitiendo por calidad con los hipermercados de multinacionales y grandes
superficies y allí me tienen ustedes intentando hacer patria ofreciéndome como puente
entre sus obradores y mis contactos en Barcelona con el sólo estimulo de impulsar
el crecimiento económico de nuestra autonomía en la medida que mis fuerzas.
Abandono
Burgos con la idea de que no es una ciudad barata, tampoco cómoda por la
disposición de sus casco urbano y me da la sensación de que los servicios
básicos y su mantenimiento resultan gravosos de mantener debido a la enorme
dispersión de sus edificaciones que limitadas en altura se extienden a lo largo
del rio Arlanzón en una infinita serpentina, el mercado tradicional está
desapareciendo y las mismas multinacionales y redes de supermercados que se
asentaron hace tiempo en las principales ciudades del país colonizan el casco urbano y áreas de expansión
en detrimento del comercio autóctono sin que nadie sea capaz de ponerle freno.
Mientras
tanto el Rey se nos rompe cazando elefantes, España se pone en estado de alerta
como si Repsol fuera de cada uno de nosotros,
la evasión de capitales españoles en paraísos fiscales crecen como la
espuma y la lista del paro diezma la
población como una epidemia pero eso si nuestros políticos nos dicen que:
tranquilos que esto se arregla.
A ESTE PASO EL LECHAZO DE
BURGOS LLEGARA A TENER LOS OJOS RASGADOS
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