Hermenegildo Lopez Aguirre (*), pestañas
ramplonas, rubiato, ni alto ni bajo ni gordo ni flaco abortizo se diría; cual
perro sin pedigrí su mirada huidiza lo
hacía parecer más inquieto, ha sido de los primeros en vestirse y hace rato que se pasea en
perfecto orden de revista alindongado como nunca, botas relucientes, pantalón
planchado a golpe de colchoneta, guantes blancos impolutos. Hoy es el día de la
patrona “su patrona”.
Llegó a Matacán desde la sierra
de Francia (Salamanca) su oficio zagalón y pastor trajeron hasta el cuartel a
un hombre solitario y montaraz parco en palabras y poco o nada acostumbrado al
bullicio, el mundo de ordenes cuarteleras y compañías masificadas lo descolocaron,
estaba perdido en un laberinto que no entendía, donde imperaba la ley del más
fuerte, la astucia era moneda de cambio
y un arresto se evitaba pasando desapercibido, pero este no era su caso.
Garabatear su firma era toda una
aventura, escribir una carta un proceso sin fin, tampoco tuvo suerte con los compañeros de litera; su taquilla asaltada constantemente
por aquellos vampiros hicieron de el un hombre agostizo en constante estado de
alerta; su condición de hombre de campo le mantuvo muchas noches en blanco al acecho de un posible
asalto o el abortamiento de una novatada, dormía vestido para no perder las
últimas prendas del uniforme reglamentario las noches de angustia marcaron su
carácter tan pronto irascible como sumido y acarronchado en un desesperado huir hacia la nada.
Había mucha tristeza en su mirada
cuando nos cruzamos; no me acerqué a él simplemente coincidimos tenía una carta
en la mano que trataba de contestar le ofrecí el boli raquítico que llevaba en mi
bolsillo tardó en decidirse, me lo devolvió al día siguiente insistí para que
se lo quedara.
A partir de ese día leíamos
juntos sus cartas a las que dábamos contestación sin mucha demora, se animó y se apuntó a los cursos de alfabetización,
conseguimos un traslado de litera donde una especie de guardia pretoriana consiguió
que recuperara la indumentaria perdida y con ella la seguridad y el derecho a
ser respetado.
Hoy venían su madre y sus
hermanas, querían verlo desfilar erguido y elegante con el uniforme azul de
aviación les vi desde lejos abrazarse felices parecía el general en jefe dando
explicaciones con correaje de gala y guantes blancos, por sus gesto interpreté
su grado de felicidad, se sentía ascendido en su condición humana.
*Por supuesto se trata de un nombre ficiticio
MANTUVIMOS CORRESPONDENCIA DURANTE
MUCHOS AÑOS
- ERA EL EJERCITO EN BLANCO Y NEGRO-
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