Entiendo que soy un privilegiado, pasar la pandemia en el campo ante la ausencia de otras obligaciones es lo más parecido a una clínica anti estrés, yo que de niño viví las vacaciones en el pueblo al lado de una abuela que desgranaba su genio entre jaculatorias a San José y maldiciones sazonadas de refranes, aprendí que aquella vida suponía sudor, sacrificio, austeridad y miradas al cielo implorando lluvia o pidiendo que escampara la tormenta que podía echar por tierra el sudor de todo un año, yo vivía los veranos en un parque temático con carros de verdad, entre mugidos de las vacas, burros con alforjas y asiento de primera clase, silbidos de pastor, tonadas de acarreo y sobre todo paisanos y zagales alternando entre vigilar el ganado, estar al tanto del parto de las merinas o espantando los tordos de la parva amontonada esperando la trilla mientras mentalmente contaban las perras que les faltaban para pagar la contribución. Los pueblos vivían sin apenas noticias de lo que ocurría fuera, quizá esa similitud es la que yo intentaba encontrar fuera de la ciudad y aunque los tiempos son otros muchas veces prefiero no darme por enterado de lo que pasa a mí alrededor.
De regreso me entero que Pedro Sánchez tiene las alas mojadas
y aletea tratando de salvar el hundimiento de su gobierno, Junqueras y su gente
aceptaron el indulto sin forzar la amnistía pero ahora soy yo quien tiene que
responder con mis impuestos por el dinero que despilfarraron, el covid sigue
haciendo estragos por falta de civismo, el precio de las materias primas descose los bolsillos, aparecen eméritos y aficionados
a serlo por todos los rincones, los ciudadanos siguen enmascarados y con el
trabuco en bandolera y un paseo por el
vecindario significa recolectar la cosecha de mala uva mas agria de toda la época.
En estos días tengo que pasar la I.T.V. de mi coche, una
especie de impuesto que nunca comprendí y cuyo planteamiento considero un
despropósito, no se a quien coños se le ocurrió que esta revisión había de
hacerse cada año sin tener en cuenta los kilómetros recorridos, mi caso no
puede entrar en el mismo saco que una furgoneta de reparto, un taxi, o un
camión, yo muevo el coche muy poco y en este tiempo mucho menos pero tendré que
pagar lo mismo. Estaba pensando
comprarme un burrito para el campo pero ahora resulta que si me subo en él pueden
multarme por maltrato animal, de vacas no hablemos porque sería sancionado por
sus flatulencias y si hablamos de cochinos tendré demostrar que las bellotas
que comieron tienen denominación de origen, total que ahora en el campo tampoco se puede
estar tranquilo. No quiero pensar lo que hubiera dicho mi abuela si en su
tiempo hubiera tenido que demostrar que sus gallinas eran de campo, dejar que las vacas se murieran de viejas por
no se poder comercializar su carne, obligarla
a ponerles pendientes numerados a los cerdos, tener una vasija de acero
inoxidable para recoger la leche y además de todo esto pagar con su
contribución el despilfarro de los que le imponían estas normas. Seguro que la orca y la tornadera ya andarían
por los caminos emulando la revuelta catalana del 1640.
SI EL CAMPO NO DA LECHE LA TETA DA
ESCABECHE
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