viernes, 17 de septiembre de 2021

ANTONIO CARRIÓN


Hace unos días recibí su llamada, es hombre de frases cortas y chistes largos su precaria salud no le resta ánimos como tampoco se inhibe de reírse de sí mismo, hombre hecho con pisón de fragua y temple de acero persigue lo que quiere con constancia franciscana y olfato de sabueso, su vida no ha sido fácil y nadie adivinaría que bajo el envoltorio de su gracejo se esconde un luchador social que dribló duros regates a la vida y también al franquismo. Nos hemos visto en el Bar La Higuera en la calle Fastenrath, sin muchos preámbulos y entre chistes y refranes me entrega el pendrai que tanto tiempo ha perseguido: es la recopilación de años de festejos populares que un grupo de vecinos organizábamos cada año en aquella calle para deleite de la chiquillería y no menos regocijo de la gente madura.



De todo esto han pasado treinta años, en aquel tiempo las calles del barrio eran nuestras durante un fin de semana,  el ingenio sustituía  la falta de medios y la escasa aportación institucional se rellenaba con la colaboración vecinal y no pocas rifas y sorteos, nuestra  calle en aquellos días era el epicentro de los barrios del entorno, paso obligado de feriantes y parada deseada por las orquestas populares, también hubo encierro de vaquillas provenientes del país vasco y más de un chaval hoy padre de familia se acordará de haber participado en la competición por equipos del bocadillo de de mas de dos metros que se rellenaba  con cuanto la gente nos lanzaba desde sus balcones o  la yincana imposible o los mil juegos improvisados con material reciclado. Teníamos asegurada la visita y el agradecimiento del honorable Pujol y también del alcalde Maragall vendiendo como marchamo de categoría a nuestra fiesta lo que en realidad era votos populares a su candidatura.

El encuentro de hoy ha tenido un halo de nostalgia y no poca melancolía, de aquel grupo de entusiastas quijotescos y osados emprendedores solo quedamos nosotros dos, desgranar nombres ha sido repasar una lista de grandes amigos hoy desaparecidos, el propio hermano de mi interlocutor Ángel Carrión hombre serio, pertinaz y constante, el amigo Evaristo pendiente siempre de la megafonía y almacenamiento escrupuloso de material,  incontables colaboradores y vecinos conocidísimos  que ponían la salsa a todo cuanto ocurría a las puertas de su casa, de todos ellos y de nosotros mismos solo quedará como recuerdo este pendrai del que hoy me hace entrega y aunque no me acompañe la fuerza en su honor no  puedo dejar de gritar el eslogan de aquella andadura:  ¡LA CALLE NO ESTÁ DE FIESTA, LA CALLE “ES” UNA FIESTA!

 

        LA VIDA ES UN CARRUSEL SIN FRENO DE EMERGENCIA

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Este soy yo

Hace ya muchos años que las circunstancias me hicieron dejar Salamanca por motivos profesionales, instalándome en Barcelona. Añoro mis raíces y cuando vuelvo pueden encontrarme paseando solitario a primera hora de la mañana por las calles que tanta cultura han acogido. Salamanca sigue presente en mí.
Siempre he sentido la necesidad de comunicar mis sentimientos, por si lo que a mí me parece interesante a alguien le pareciera útil.
Joaquín Hernández
Salamanca/Barcelona